Miguel Delibes, premio Cervantes | Youtube

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El escritor Miguel Delibes, fallecido ayer en Valladolid a los 89 años, deja tras de sí la estela de una obra fecunda, ética y universal en más de medio centenar de libros donde conjugó su afán estético con una profunda preocupación por la naturaleza y los seres oprimidos, a los que prestó su voz.
Acérrimo defensor de la libertad de expresión, que trató de ensanchar tanto en su condición de informador como en su faceta narrativa, Miguel Delibes (Valladolid, 1920) fue un escritor de vocación tardía que como tal se curtió en el periodismo y maduró con la literatura.
Más de cincuenta títulos, -principalmente novelas y en menor medida relatos breves, ensayos, diarios, memorias y libros viajeros- median entre La sombra del ciprés es alargada (1948), su laureado estreno en las letras con el Premio Nadal, y La tierra herida (2005), redactada al alimón con su primogénito Miguel.
Ambos jalonan una obra que ha colocado a Delibes en la cima de la narrativa española de la segunda mitad del siglo XX, y que universalizó desde la local, desde la Castilla que siempre habitó, que recorrió palmo a palmo como escritor y cazador, y que convirtió en el principal escenario de sus relatos.
Numerosos títulos, entre los que destacan El camino (1950), Las ratas (1962) y El disputado voto del señor Cayo (1978), remiten a una Castilla cuya idílica visión noventayochista contribuyó a desmitificar al presentar su realidad, en una constante elegía narrativa, como un territorio habitado por seres desamparados, oprimidos y sin futuro.
A todos ellos y a través de personajes como El Nini, El Tío Ratero o Daniel El Mochuelo, les dio su voz, prestó cobijo y aireó su drama a través de una prosa certera, fluida y transparente, sin artificios, ayuna de retórica y conservando el lenguaje del pueblo.
Les dignificó a través de la palabra, les cargó de humanidad y les hizo depositarios de un gran tesoro en peligro de extinción que Miguel Delibes ha transmitido a sus lectores: el habla rural, campesino y terruñero, además del descubrimiento de la naturaleza, del medio ambiente como uno de los principales valores del hombre.
En sus narraciones, el escritor se transformó en un personaje más, habló por boca de ellos y en ocasiones se convirtió en una especie de novelista-ensayista, hasta el punto de volcar en literatura lo que la censura franquista del momento le impidió denunciar a través de las páginas del diario El Norte de Castilla, que dirigió.
Encontró así en la literatura un medio de expresión que inicialmente buscó en el dibujo y en el periodismo, principalmente gracias a su mujer, Àngeles Delibes de Castro, madre de sus siete hijos, fallecida en 1974 y a quien dedicó en forma de ficción su emotiva Señora de rojo sobre fondo gris (1991).
Ella le puso al alcance libros de Virginia Wolf y de Marcel Proust que despertaron una curiosidad por las letras de las que hizo su principal quehacer a través de la literatura y el periodismo, actividades que compatibilizó durante más de una veintena de años. La actualidad informativa le enseñó el lado humano de la realidad y a medir el caudal de la palabra, mientras que a la literatura aportó la riqueza léxica y sintáctica del lenguaje popular.
Vivió toda su vida en la ciudad de Valladolid, a la que dedicó uno de sus libros postreros y más densos, El hereje (1998)-, pero pasó largas temporadas en su refugio de Sedano (Burgos), donde alumbró buena parte de su obra.
Gran aficionado a la caza y a la pesca, Delibes recibió los premios más importantes de las letras hispanas incluido el Cervantes 1993, además del Príncipe de Asturias, el Nadal, el Nacional de Literatura o el Nacional de Narrativa, entre otros, y ha sido uno de los autores españoles más adaptados al cine y al teatro y uno de los precursores de las graves consecuencias que, como el cambio climático, devienen de la persistente agresión humana a la naturaleza.
Así lo auguró el 25 de mayo de 1975 cuando leyó su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua, posteriormente editado con el título de Un mundo que agoniza. El sentido del progreso desde mi obra (1979).
La versión definitiva de las obras completas de Delibes comenzó a publicarse en octubre de 2007, cuando el autor daba ya por «concluida» su producción porque desde hacía nueve años le resultaba «imposible» volver a escribir a causa de su salud.
Desde ayer, habrá una silla vacía en la Real Academia española de la Lengua, la 'e', y el Ayuntamiento de Valladolid, donde se ha instalado la capilla ardiente por la que han pasado miles de ciudadanos, ha declara tres días de luto. Mientras, en el periódico donde «hizo un periodismo cultural de altura», según Carlos Aganzo, su actual director, decían que con muerte han perdido «más que los demás».