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La bofetada a un niño de cuatro años podría acabar en una condena penal y una orden de alejamiento de seis meses para la madre del menor. En enero del año pasado, la mujer, de nacionalidad nigeriana, subió junto a su hijo al autobús número siete de la EMT de Palma. La madre reñía de forma severa a su hijo y, según la acusación, le sentó con violencia en un asiento y le propinó una bofetada. La acusada, que niega los hechos, indica que salían de un oficio religioso y que el niño le había cogido el móvil de su bolso y había roto la pantalla. Cuando se enteró, según dijo, le riñó y le gritó, eso sí, niega haberle golpeado.


Testigo


Uno de los ocupantes del autobús testificó que vio cómo la mujer zarandeaba al niño mientras llegaban al asiento y que luego le propinó un fuerte bofetón. De hecho indicó que oyó además un ruido seco que achacó a que la cabeza del niño rebotó y se dio contra el cristal. Este testigo vio lo ocurrido y llamó por teléfono al 112. A raíz de la llamada varios agentes de la Unidad de Prevención y Reacción del Cuerpo Nacional de Policía entraron en el autobús y detuvieron a la mujer. Desde entonces, el niño ha estado apartado de su madre, primero acogido por el Consell Insular y después ha vivido con un tío suyo. Frente a la versión de este testigo, una mujer que iba sentada junto al niño y su madre afirmó que no vio la bofetada: «Le había tirado el móvil a una pared y le reñía. El niño se había portado mal y lo único que vi fue que le había dado un golpe en el hombro», dijo. En una línea similar, la conductora del autobús también negó haber visto ninguna agresión.
Por su parte, varios técnicos del Consell Insular señalaron que el niño podría haber sufrido agresiones antes, ya que tenía marcas de moratones. La madre achaca éstos a accidentes producidos durante juegos. De hecho, uno de los psicólogos señaló que la madre tenía un trato un tanto brusco hacia el niño que «tiene que ver con su cultura».