Imagen de archivo de tras una reunión entre Paul Davidson y Vicenç Grande.

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En algo menos de dos años, el Mallorca ha seducido a todo tipo de personajes que buscaban en el club balear una plataforma de lanzamiento desde la que obtener beneficios personales. El encargado de abrir la veda fue Paul Davidson, aunque lamentablemente la cosa no quedó ahí. Tras el británico desfilaron Carlos González o Javier Martí Asensio, que en unos cuantos meses dejaron un herencia que a día de hoy se sigue sufriendo en los despachos de Son Moix. Entre la nómina de interesados en asumir el control accionarial de la SAD isleña, sólo Llorenç Serra Ferrer y Freddy Shepherd transmitían credibilidad a través de sus proyectos, aunque ni uno ni otro, por diferentes razones, llegaron a desembarcar sobre el puente de mando. Y al margen del empresario británico, que desapareció definitivamente del mapa tras enterrar sus pretensiones futbolísticas, sólo el pobler sigue conservando la solvencia necesaria para intentar su regreso algún día. Es el único cisne en el museo de los horrores bermellón.


Candidatos


El más extravagante de los candidatos a comprar el Mallorca fue, sin duda alguna, Paul Davidson. Por muchas razones. El inglés, que se presentó en la Isla como el máximo accionista de un conglomerado de empresas de fontanería (Fluid Leader Group), se dio a conocer mientras Manzano y sus jugadores realizaban un stage de pretemporada en Kössen. El club rojillo, presidido entonces por Vicenç Grande, anunció un preacuerdo de venta y el Fontanero, acompañado de un séquito de presuntos colaboradores, inició su particular tour por la Isla. Durante el mismo, llegó a anunciar que pretendía convertir al Mallorca en un conjunto capacitado para pelear por la Liga de Campeones y prometió una enorme inversión en materia de fichajes. A partir de ahí, nada. La firma definitiva se fue aplazando una y otra vez, hasta que un buen día regresó a su madriguera. Nunca más se supo nada de él.
El proceso de venta , convertido ya en un esperpento, se tranquilizó durante unos meses y tras la salida del club de Grande, Mateu Alemany volvió a instalarse en la poltrona de Son Moix con el único objetivo de reconducirlo. Todo parecía bien encamninado, pero a raíz de la ruptura de las negociaciones con Serra volvió a torcerse sin remedio. Carlos González y el Grupo Ecco cogieron el relevo y llegaron a estar muy cerca de hacerse con las acciones rojillas, aunque tampoco tardaron en aparecer las maniobras extrañas. El empresario tinerfeño afincado en Madrid proclamó que intentaría incorporar a la plantilla a jugadores como Luis Figo o Juan Román Riquelme, lo que provocó que su figura empezara a enturbiarse. A continuación dejó entrever que daría la baja a Webó y Corrales, pero nunca llegó a hacerlo. Más que nada, porque el acuerdo se estropeó en el último momento. Sin embargo y a diferencia de lo que ocurrió con Davidson, González sigue reclamando su cuota de protagonismo en Mallorca y siete meses después de enfrentarse públicamente a Alemany aún anda metido en una agria batalla judicial con el actual propietario.
Cuando todo parecía acabado, llegó el momento de gloria de los Martí Mingarro. El pasado 7 de agosto el Grupo Safín se hacía con el volante del Mallorca y comenzaba otro capítulo negro en la historia bermellona. Enfrentado a la plantilla, el cuerpo técnico y la gran mayoría de empleados, y maniatado por una falta de liquidez absoluta, Javier Martí Asensio (consejero delegado) sólo resistió tres meses en los que se rebasó el colmo de la ridiculez. Martí, como González, también se niega a recoger los bártulos y trata de agarrarse a la actualidad del club por medio de las demandas. Eso sí, de su mandato todavía sobreviven el presidente (Tomeu Vidal), varios consejeros, el director de comunicación y los futbolistas por los que apostó.
Serra Ferrer completaría la lista, aunque por su proyecto y sus intenciones sería injusto colocarlo junto al mismo nivel que el resto. Además, es el único que tiene crédito para volver a intentarlo.