Los dos acusados, durante el juicio celebrado ayer en la Audiencia Provincial de Palma. | Víctor Malagón

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La Fiscalía mantiene la petición de veinte años de prisión para un padre y su hijo por abusar ambos de una menor, nieta e hija de ambos. La víctima, que ahora tiene veinte años, confirmó en el juicio, celebrado ayer en la Audiencia Provincial que fue violada en varias ocasiones por ambos hombres, cada uno de ellos por separado y sin que supieran que el otro cometía los abusos, según declaró la joven. Los hechos se remontan a los años 1998 y 1998, cuando la víctima tenía nueve años de edad, si bien no los denunció hasta cinco años después, tras asistir a unas clases de sexología en el centro de acogida en el que vivía. Los dos acusados niegan los hechos.
La víctima comenzó a vivir en el domicilio de los dos acusados cuando tenía ocho años. Su madre y su padre mantuvieron una relación, aunque llevaban enfrentados desde que ella nació. La niña vivió con su abuela materna durante un tiempo y terminó en un centro de tutela del Consell. De allí, fue reclamada por su abuelos paternos, que vivían en la misma casa con sus tres hijos, entre ellos el padre de la menor.
A solas
Según el testimonio de la menor, antes de ir a la casa, no conocía a su padre. Tras unos meses de convivencia cuenta que comenzaron los abusos por parte de su padre y su abuelo. Éstos se producían cuando la niña se quedaba sola en la casa con ellos y desembocaron en reiteradas violaciones y otras formas de agresión sexual. Además, la víctima dice que sufría malos tratos físicos por parte de su abuela: «me pegaba con una escoba en la cabeza». Además de estos abusos, la joven contó que su otro abuelo también había abusado de ella cuando convivía con él y tenía seis o siete años.
El padre de la niña achaca la acusación a una «venganza» de la niña, de la que duda que sea hija suya: «Ahora no creo ser su padre». Todos los testigos y acusados que declararon coincidieron en señalar que la joven se sentía abochornada por su padre: «Tenía vergüenza de él», reconoció la niña. El abuelo también negó los abusos e indicó que «la niña tenía mucha picardía».
La convivencia en la casa se interrumpió a los dos años, aunque ahí las versiones también divergen. La víctima asegura que no soportaba vivir más en la casa. El resto de personas que vivían en la casa achacan a la joven una personalidad conflictiva e indican que se fugó de la casa en varias ocasiones. La educadora del Consell a quien la joven contó por primera vez los abusos indicó que la menor no se ha inventado los hechos: «Repitió los hechos muchas veces ante diferentes educadores y nunca antes había mentido», dijo. Además, la terapeuta que la ha tratado indicó que no alberga odio hacia sus agresores, sino «rabia y búsqueda de justicia». La directora del centro, por último señaló que la menor contó lo ocurrido, «por si acaso les podía pasar a otros niños».