Don Juan Carlos visita por segunda vez su país desde que se exilió y su familia no se encuentra con él. | Lavandeira

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Es increíble que una democracia consolidada como la española con una de las monarquías más antiguas y, por más que les pese a algunos, más respetables del mundo, se hable de lo que hizo mal, ¿y lo que hizo bien? No se cuenta ni en las escuelas, mientras el nombre de sus amigas desleales ocupa horas y horas de televisión banal en las que la verdad jamás se contrasta. La Bárbara, que así es como la llama una señora que me atiende en un comercio de Palma, habla y no para de mentir, me cuenta esa mujer que asegura haberla conocido muy bien y hasta asegura tener fotos de la época. La llama de mala manera y no para, así que pongo una excusa y sin contrastar salgo pitando para no contaminarme más.

En la Sexta le reirían las gracias. Es verdaderamente dramático que un señor que ha dado todo por su país desde el mismo momento de su nacimiento, que no ha sido dictador de nada ni nadie y que ha sido capaz de mantener la paz durante casi cuarenta años de reinado sin que se le pueda acusar de nada que otro ciudadano común y corriente no haya cometido en algún momento de su vida, tenga que estar viviendo en un lugar donde nada de su cultura se le puede hacer atractivo, y menos a determinada edad.

Los reyes presiden la entrega de los Premios Nacionales del Deporte 2021

Es patético que un rey constitucional, como lo leen, aunque sé que el 80 y tantos por ciento de los ciudadanos no sepa lo que significa, haya de morir en el exilio para complacer algunos egos desatados que en cuanto pierdan el poder que hoy les cobija perderán también la cabeza, si es que la conservan. Se puede entender que nuera y suegro se lleven mal, pero están obligados a disimularlo; se puede entender que en un momento dado se establecieran cortafuegos para proteger a Felipe VI y a su reinado y por ende a su país, pero lo que es incomprensible es que aún hoy, tantos años después de los acontecimientos que acabaron con un reinado brillante para intentar convertirlo, en palabras de Jorge Javier Vázquez, en patético –quién fue a hablar–, la cosa todavía no se haya solucionado. ¿Veremos morir en el exilio a quien ya nació en él? Dios no lo permita, porque se armaría gorda. Al tanto Felipe y Letizia, que es la peor de las trampas que os están poniendo. Leonor y Sofía no se lo merecen.