Foto de familia del equipo de la Fundación RANA. | Esteban Mercer

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Había muchas ganas, inmensas, de retomar la celebración de la tradicional cena de gala de la Fundación RANA, tras dos años de obligado aplazamiento. Expectativas, las máximas, en un evento en el que la elegancia y la generosidad de los invitados van de la mano, con una ambientación cuidada hasta el más mínimo detalle por las organizadoras: Patricia Moliné –con joyas cedidas por Coolook– y Mireya Becerra, acompañadas por las otras ‘ranitas’ del equipo, con su excelente embajadora y presidenta, la distinguida Elizabeth Homberg, orgullosísima de todas ellas.

No en vano, lo recaudado esa noche sirve para financiar los programas de prevención del maltrato y del abuso en niños y adolescentes, así como la atención psicológica especializada de los adultos que fueron víctimas de abuso sexual en su infancia. Ni qué decir tiene que el lugar elegido en esta ocasión para el festejo fue uno de los más hermosos y con más glamur de la Isla, el Gran Hotel Meliá del Mar. En su espectacular terraza frente al mare nostrum se congregaron los 160 asistentes al evento para disfrutar de un opíparo aperitivo, mientras nos volvíamos a besar como antaño y a saludar en ese reencuentro tan deseado.

Al tiempo que los fotógrafos Merirous y Pep Caparrós retrataban con profesionalidad a los grupos de amigos en el set preparado para la ocasión y en espontáneas instantáneas, tres jóvenes bien plantados y súper educados –Eric, Yannik y Javi– nos ofrecían participar en la tómbola, siempre con premios asegurados y a cuál mejor: a mi amiga Gema Izquierdo le tocó un bolso monísimo y un corte de pelo, ella que recién venía de la peluquería. Pero es que su cuñada Dagmar Sauer yo qué sé cuántas cosas ganó, también en la posterior rifa que se celebra tras la cena y en la que había premios extraordinarios donados por restaurantes de renombre como Flanigan, Swaiger Xino’s y Fera –cuya invitación para cuatro personas ganó Dagmar–, también joyas cedidas por Isabel Guarch y Relojería Alemana, la escultura de Ernesto Rodríguez o las estancias para dos personas en los hoteles Son Brull, La Residencia y Bon Sol.

Yo también tuve suerte esa noche, la de disfrutar entre hortensias increíbles (Fronda) y vinos de las bodegas de Pere Seda y cava Freixenet, de la magnífica cena con la que nos deleitó la renombrada chef Marga Coll, del restaurante Arrels, con ese arte que tiene para reinterpretar nuestra tradicional comida mallorquina. Y lo hice entre amigos de siempre, como Ilona Novackova, Mariana Chacón y Bernat Vidal, fieles a la causa de RANA, como también lo son Marcos Ybarra y Guillermo Ramis, Pepe Codolà y Rocío Carmona. Es difícil nombrar a unos y dejarme a otros en el tintero, por ejemplo Trili Juan de Setmenat y Silke von Rolbiezki, también los rotarios de Calvià y otros fieles colaboradores de la Fundación, como son Terraza Balear, Red Gallery, Lionsgate y BalearHouse.

Un detalle que me encantó es comprobar que los más jóvenes también se apuntan a eventos benéficos como este y que disfrutan tanto o más que sus padres, caso de Aris y Leonidas Ziros, Arantxa Ruiz Blake y Alessandro Alfano, Ricard y Marc San José, Giovanna Panza, etcétera. Claudia Ziros fue la ganadora de la subasta del súper mega premio: una semana en un hotel Barceló de Punta Cana, República Dominicana, avión incluido y con todos los gastos pagados. No puedo decir que fue lo mejor, pero sí donde más me divertí y es que el gran Dj Paco Colombàs –Panela!– nos condujo sabiamente a un baile desenfrenado, ese que tanto echábamos de menos.

Un momento que duró varias horas, con imágenes tan divertidas como las que veis en las fotos. En fin, que ya estoy deseando que llegue el año que viene para no perderme una de las noches que más me gustan del calendario mallorquín, la Gala de RANA. La felicidad ha regresado, por fin, así que sed felices y comed perdices.