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Comienzo en la casa más elegante y de nuevo hablando de la amistad, los amigos de verdad como escribía hace unas semanas, las charlas en las sobremesas interminables, el calor del hogar, las confidencias, los mimos, las complicidades, las risas sinceras se han convertido en mis prioridades, quizás lo fueran desde siempre, pero en estos momentos extraños las magnifico y disfruto como nunca antes. Somos seres afortunados los que contamos con esa otra familia que elegimos y con la que vamos construyendo nuestro propio camino vital.

Nieves Barber forma parte de mi mundo familiar elegido. Elegante, inteligente, divertida, culta y me paro para no entrar en un infinito bucle de cualidades extraordinarias que la pueden definir perfectamente. Aprovechando que Nieves está unos días en Palma, organizó un almuerzo en petit comité en su casa palmesana, que es lo que se lleva en tiempos pandémicos. El disfrute de una buena comida en un escenario cuidado y que destila arte por todas las esquinas es un placer único. Nieves nos preparó una mesa exquisita con una atrevida mantelería y vajilla portuguesas.

La cristalería era de Gordiola, rematando el centro de la mesa con una espectacular botella Ménade, una de las piezas estrella de la casa mallorquina de vidrio soplado. Las flores las habían preparado con todo el amor que les caracteriza las exquisitas Geraldine y Christel de Fleurs Santa Catalina. Tuve la oportunidad de reencontrarme y conocer más de cerca a la magistrada Magdalena Ferreté. Siendo una de las juezas con más estilo, aterrizó en Palma en su primer destino y se convirtió en una mallorquina más desde entonces. A su señoría le gusta vivir con intensidad. Dedicada plenamente a su trabajo vocacional, y con una trayectoria impecable, encuentra tiempo para sus pasiones, que no son otras que conocer mundo, el arte, la lectura y sus grandes amigas y amigos.

Detalle de la mesa, exquisita, con una atrevida mantelería.

Uno de ellos, Pedro Vidal, el hermano putativo de esa otra familia de Nieves Barber, también un poco mío, compartió el almuerzo con nosotros. Tuvo la feliz idea de traernos de otro amigo, Lluís Pérez, la coca que ganó el concurso de este año del Tianet de Sant Sebastià, espectacular, se la recomiendo. En fin, les puedo confesar que la sobremesa se alargó hasta las ocho de la tarde, ni se imaginan las confidencias que surgieron, pero que se quedarán en nuestra más absoluta intimidad. Eso es lo bueno.