Àngels Mercer y yo soplamos sobre el cardenal de Lloseta. | E.M.

TW
1

Engalanó la casa con flores mi adorada Evelyn Morell, que se pasó el día haciendo centros ideales mientras distribuíamos mesas y sillas por los salones para que los invitados pudieran disfrutar de la cena mallorquina: berenjenas rellenas, calamares rellenos y sepia con albóndigas que iba a servir elaborada por la familia de Josemi Moragues. Fue tan rica como lo es la elaboración de Llest cocina mediterránea, que te lo hace para ti y te lo lleva a casa listo para servir. Es buenísima toda la comida que sirven, pero en mi casa se lucieron porque lo mas difícil es cocinar como lo hacía mi abuela. Pues ellos lo hacen.

Utilizamos para presentar los diferentes platos soperos de barro, que sobre el damasco del comedor rojo destacaban en un contraste fantástico y tras muchas copas, y más copas, comenzó la fiesta. Soplé las velas sobre un cardenal de Lloseta y sobre mi pastel de chocolate preferido que me regaló Lluís Pérez, invitado a la fiesta junto a su pareja. Triunfaron lo mismo que todos los demás. Se llevó la palma el hijo de Ilona Novackova, eso sí, Sam Sadler, que estudia con pasión la guitarra española con los mejores maestros y me quiso regalar unos temas preciosos tocados a mi oído hasta que no pudo más y me hizo bailar ante todos el Cumpleaños Feliz. Fue un momento de felicidad máxima que se acrecentó gracias a la libertad que ofrece el uso de la abaya que me planté. Esa noche hacía calor y todos queríamos ser libres. Lo más bonito es que todos mis amigos aparecieron impecables de blazer oscuro, y se lo agradezco en el alma.

Las mujeres iban todas estupendas, elegantísimas, juzguen ustedes por las fotos. Álvaro Anaya, guitarrista de enorme prestigio en la profesión y un artista como la copa de un pino, me regaló rosas amarillas y tres de sus temas a la guitarra. Me llevó al cielo. Lo cierto es que esa noche de viernes que se alargó hasta la madrugada del sábado no faltó nadie.

Algunos de mis amigos más queridos no pudieron estar porque se encontraban fuera de la Isla, pero todos estuvieron acompañándome de una manera u otra. Incluso tuve el atrevimiento de sacar una tarta para mi hermana que en julio celebró en petit comité una cifra redonda y se merecía pedir un deseo junto a mí. Creo que los dos pedimos lo mismo, que es salud para todos y bienestar para poder seguir siendo felices acompañados de todos los que nos quieren, y los que no, que se fastidien. La vida es hoy.