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Hay cenas y cenas y la que me organizaron, o a la que fui invitado muy amablemente en un momento en el que la compañía de los amigos lo es todo, fue maravillosa. Hay momentos en que uno, más que nunca, necesita rodearse de gente amable, guapa en todos los sentidos, culta, de conversación agradable y estar mediterráneo. El saber estar mediterráneo tiene que ver con una cultura milenaria que solo los del sur de Europa tenemos.

Sin tener, no nos falta de na, y teniendo sabemos disfrutarlo más que nadie. Es lo que ocurre en esas cenas privadas de verano en las que los jardines brillan más que nunca, por bonitas que sean las casas. Una mesa bien puesta en un jardín fresco no tiene rival y la que nos había dispuesto nuestra anfitriona perfecta era la pera de bonita, digna de un concurso de mesas, de los que se han puesto tan de moda.

Poner una mesa, servir una cena, hacer agradable un aperitivo, hacerte sentir en casa desde el minuto uno son dones que hay que saber cultivar desde la cuna y de eso las hermanas María y Beatriz Juan de Sentmenat saben un montón.

Detalle de la mesa.

Qué noche tan bonita en compañía de gente maravillosa y en un jardín precioso, con una mesa que no puedo resistirme a enseñarles con detalle porque todo, desde la vajilla, a la cristalería y la cubertería, era perfecto. Lo servido por supuesto también lo fue, así que entenderán mi desconcierto cuando haya de corresponder estando a la altura. Pondré todo mi empeño, se lo aseguro, y será en breve. Adoro a estos amigos que lo son porque les da la real gana.