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Desde que en junio de 1960 la organización terrorista ETA asesinara a la niña Begoña Urroz, en la estación donostiarra de Amara, una acción desconocida en su momento, hasta ayer, cuando anunció un alto el fuego, la banda tiene tras de sí cincuenta años de actividad asesina que se ha cobrado la vida de 858 personas.
Su última víctima se la cobró el 16 de marzo en Francia, cuando asesinó al policía francés Jean-Serge Nerin durante un tiroteo entre agentes y miembros de ETA.
La organización terrorista no sólo ha asesinado a militares, guardias civiles y policías, sino también a políticos, jueces y centenares de personas de a pie en una espiral terrorista que, en plena democracia, todavía continúa.
Ejemplo de ello es el atentado en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas, el 29 de diciembre de hace cuatro años, cuando ETA rompió su penúltimo alto el fuego, que mantenía desde el 24 de marzo de 2006, y puso fin una vez más a las esperanzas de paz.
La banda, que no mataba desde el 30 de mayo de 2003, cuando un coche-bomba acabó con la vida de dos policías nacionales en Sangüesa (Navarra), reapareció asesinando a dos inmigrantes, los ecuatorianos Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, sorprendidos por la explosión que destruyó el módulo D.
Años atrás, el 20 de diciembre de 1973, ETA actuó por primera vez en Madrid y cometió el atentado más espectacular de toda su historia: el asesinato del almirante Luis Carrero Blanco.
Un año después, el 13 de septiembre de 1974, la banda perpetraba, también en Madrid, su primer atentado masivo con la colocación de una bomba en la cafetería Rolando, frecuentada por policías y situada en la calle del Correo, junto a la Dirección General de Seguridad, que causó la muerte de trece personas y heridas a ochenta.
98 asesinatos en un año
El año 1980 fue especialmente sangriento, con 98 asesinatos, dentro de una escalada terrorista que se mantuvo con altibajos durante la siguiente década hasta el año 1991, en el que la banda segó la vida de un total de 45 personas.
El 10 de julio de 1997 asesinó al concejal del PP en el Ayuntamiento de Ermua, Miguel Àngel Blanco, lo que produjo una gran conmoción social y el nacimiento del llamado 'Espíritu de Ermua', que, según los expertos llevó a ETA a declarar en 1998 un alto el fuego unilateral e indefinido.
En su sangriento camino ETA tampoco ha dudado en colocar coches-bomba en cuarteles repletos de niños o en lugares transitados provocando la muerte de civiles que simplemente pasaban por allí. Ejemplo de ello es el atentado de Hipercor de 1987 -21 muertos- y el de la casa-cuartel de Vic, con nueve fallecidos, en 1991.
No en vano, 21 de los casi 900 asesinados eran menores, como su primera víctima, Begoña Urroz, el bebé de veintidós meses que murió abrasado tras la explosión de una bomba incendiaria en San Sebastián.