El intérprete Jordi Savall, que actuará este fin de semana en el Claustre de Sant Francesc de Palma, en su casa de Bellaterra. | Carles Domènec

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La espesa barba de Jordi Savall (Igualada, 1941) tiene algo de hombre antiguo, como la música que interpreta y que ha convertido su vida en un largo viaje por auditorios de todo el mundo. El próximo sábado recorrerá en el Claustre de Sant Francesc de Palma la historia de la viola de gamba, un instrumento de siete cuerdas que dejó de tocarse en el siglo XIX y que Savall recupera.

-¿En qué consistirá el concierto que ofrecerá este fin de semana en Palma?

-El título del concierto es Les voix humaines en homenaje a un instrumento que se consideraba como el más parecido a la voz humana en calidad del sonido y fraseo. Ofreceré un panorama de la música para viola de gamba desde el último compositor que fue Karl Friedrich Abel en 1780, pasando por Bach, hasta 1580. Habrá piezas que interpreté en la película Tous les matins du monde (de Alain Corneau en 1961, con el actor Gérard Depardieu) que completan el panorama histórico de la viola de gamba y ofrecen todas sus posibilidades.

-Muchos de sus conciertos tienen lugar en espacios emblemáticos, como el Claustro de Sant Francesc.

-Es importante que la acústica sea buena pero también le doy importancia a la parte visual. Los claustros tienen una acústica interesante.

-Acaba de presentar un proyecto que une las tradiciones cristiana, judía y árabe.

-Hace poco tocamos en Fez y fue muy bonita la respuesta tan positiva del público. Dejamos que los árabes cantaran a su manera, igual que los cristianos y los judíos. Se creó una atmósfera de respeto. Presentamos la historia de Jerusalén, explicando cada momento con la música más adecuada: el canto anticuado para expresar la música del rey David, el canto de las cruzadas del Papa, un llanto palestino o el de un asquenazí que estuvo en Auswitch. El día en el que lo iban a ejecutar, interpretó el canto de los muertos judíos y el oficial que lo iba a matar, le perdonó. La música tiene el poder de hacernos pensar sobre la historia, la vida y lo que somos.

-¿Por qué suele introducir sus interpretaciones con largas explicaciones?

-Porque son músicas que están ya muy lejanas de nosotros y hay que situar el contexto. En Palma recordaré que la viola de gamba, que dejó de tocarse en el año 1800, no ha tenido transmisión de maestro a discípulo.

-La forma de tocar de hoy en día la viola de gamba debe ser muy diferente a la de su tiempo.

-Sí, pero ya en la misma época se tocaba de maneras muy diferentes. La única certeza es que la música debe ser vivida, requiere un conocimiento y debe haber emoción. Es entonces cuando la música se convierte en algo auténtico.

-¿Qué hace que un músico virtuoso sea extraordinario?

-El virtuosismo es una cosa y la capacidad de emocionar es otra. La perfección es necesaria para que la música transmita, pero la perfección absoluta, si existiese, sería estéril. Lo que hace que un queso sea muy bueno es su imperfección, como en el arte. Una interpretación debe tener el carácter del compositor, la emoción y el conocimiento. La música si no te toca, no queda. La música es el arte de la memoria.

-¿Qué papel tiene la improvisación en la música antigua?

-Era un aspecto esencial. En Bach hay que poner los ornamentos pero no puedes improvisar mucho. En cambio, en una danza escocesa está previsto que improvises. Por eso es absurdo hablar de música antigua porque, en el momento de hacerla, deja de ser antigua. El canto de la Sibila está muy vivo.