La casa de Alejandro, donde supuestamente fue asesinada Ana Niculai. | Alejandro Sepúlveda

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La familia del presunto asesino de Ana Niculai pidió en enero a la asistenta del Centro de Reinserción Social que no lo soltaran de permiso los fines de semana, ya que era «un peligro para la sociedad».

Los allegados del preso fugado están colaborando plenamente con las fuerzas de seguridad y han facilitado ya algunos escondrijos que pudiera haber utilizado Alejandro en su huida: «Nuestro máximo interés es que lo cojan antes de que haga más daño. Es un cafre, lo que ha hecho no tiene nombre y estamos haciendo todo lo posible para ayudar a la Guardia Civil», añadió un portavoz familiar, que prefirió mantenerse en el anonimato.

La familia también destacó que Christian, el hermanastro de Alejandro al que la Guardia Civil tomó declaración, «no tiene absolutamente nada que ver con los hechos y por eso está en libertad sin cargos». El presunto asesino acudió a casa de Christian el día del secuestro, pero en cuanto aquél vio el Audi A4 supo que era robado «y lo sacó de malos modos de su casa. Le dijo que se marchara».

El convicto, antes de irse, se apropió de algunas tarjetas de teléfonos móviles. La familia Abarca recordó ayer que Alejandro comenzó a recibir permisos antes de Navidad «y poco después vimos que era un desastre. Bebía todo el día, siempre iba borracho, y se drogaba. No trabajaba y un día lo cogieron conduciendo bebido en Son Banya. Y eso que no tiene ni carnet de conducir».

Los familiares del fugado también quisieron dejar claro que el Ford Fiesta blanco con el que fue visto el viernes en Muro «no es de la familia».

Dos caras

Según sus íntimos, Alejandro muestra dos caras. Una en prisión, donde es un recluso modélico al que otorgan permisos de fin de semana. «Incluso le dieron la medalla de cabo, como decía él, por ayudar a otros internos». Y la otra cara, la más dramática, es la que adquiere fuera de la cárcel, cuando recae en el consumo de heroína y se convierte en un alcohólico.

«Nosotros ya le echamos de casa porque no podía seguir así. Menos mal que hace tres meses murió su madre y no vio todo esto, porque no lo habría soportado», añadieron.

La familia de Alejandro contó que el acusado «se crió en s'Albufera», por lo que conoce todos los recovecos, casas abandonadas y caminos menos transitados. De ahí que sea tan complicado cogerle. También es un buen conocedor de la zona de Lluc, porque trabajó de forestal dentro de los cursos de la cárcel, para reinserción social.

Precisamente, un trabajador del centro lo detectó hace unos días en ese paraje de montaña, donde parece que ha pasado dos noches.

«El deseo de toda la familia no puede ser más claro: queremos que lo detengan cuanto antes. Ya ha hecho suficiente daño».