Unas seiscientas personas presenciaron el recital de la Orquestra Simfònica de Balears en Viena. En la imagen, instante de la actuación.

TW
1

La ciudad de Viena ha recibido esta semana a ochenta músicos procedentes de Mallorca. Los miembros de la Orquestra Simfònica de Balears Ciutat de Palma se han desplazado a la capital austríaca con un acto central en su programa de viaje: el recital que ofrecieron el viernes por la noche, en el Ayuntamiento de la ciudad, con motivo del centenario de la proclamación del Arxiduc Lluís Salvador como hijo ilustre de Palma.
La organización de este concierto ha sido una iniciativa de la Asociación Austríaca de Amigos en Mallorca, que, tras organizar, durante más de 16 años recitales en Palma, ha trasladado el sonido isleño hasta su país de origen. El presidente de la Asociación, Josef G. Egger, dejó claro a los 600 compatriotas que asistieron al concierto que «Mallorca no sólo es Palma y el Arenal. Es como una diadema con muchos diamantes: la Sierra de Tramuntana, las calas, su infraestructura... y uno de estos diamantes es esta orquesta».
En Viena, una ciudad imperial donde todo es monumental, la casa consistorial no podía quedar atrás. En uno de los múltiples claustros del centro, y bajo una cubierta móvil, la orquesta y su director, Salvador Brotons, desplegaron su arsenal. Antes del inicio, el Ayuntamiento ofreció una recepción a la expedición mallorquina, formada por la alcaldesa de Palma, Aina Calvo; el embajador español en Austria, el mallorquín Josep Pons; la concejala de cultura, Nanda Ramon, y la directora adjunta del Institut Ramon Llull, Fanny Tur, entre otros. Les acompañaron los miembros de la orquesta y un grupo de cerca de 40 personas, entre particulares, abonados de la orquesta y suscriptores del Club Última Hora.
Ovación
El concierto se inició con el poema sinfónico Mallorca, de Baltasar Samper, y siguió con el Concierto para piano número 1 de Franz Liszt, que contó con la colaboración, muy aplaudida, de la pianista solista Barbara Mosser, y que acabó de sintonizar al público vienés con la música de la orquesta balear.
Después de un descanso, que estuvo regado con vinos de Can Majoral y productos típicos de las Islas, el concierto continuó con la Danza húngara, también de Liszt, y Sombrero de tres picos, de Manuel de Falla. El recital se cerró con una de las pequeñas joyas que Salvador Brotons compuso hace 11 años en homenaje a Balears y que fusiona diferentes cantos tradicionales de cada una de las Islas. «Estar en Viena y oír Sor Tomaseta ha sido muy bonito. ¡Con los pelos de punta!», dijo una de las mallorquinas desplazadas a Viena. La popular Boda de Luis Alonso puso fin al concierto con el público de pie. El éxito se había alcanzado. «La orquesta merecía este concierto. Para ellos ha sido una subida de moral muy importante. En una época que no es fácil, en la que hay tantos recortes, que un público como el austríaco te reconozca así tu trabajo te anima mucho» dijo Brotons.