El buque correo 'Ciudad de Salamanca', hace 41 años, saltó a la portada de todos los periódicos nacionales. A bordo viajaban pasajeros y seis presos peligrosos, custodiados por un retén de tres guardias civiles. Los delincuentes consiguieron reducir a los agentes y se hicieron con el control de la nave, tras amenazar al capitán y secuestrar a la tripulación. Esta es la crónica de un asalto que acabó con la embarcación atracada en el puerto de Palma y un final de película.
La conducción de los presos comenzó en Valencia y aquel 31 de octubre de 1984, de madrugada, Antonio G.E., el cabecilla del motín, esperó a que dos funcionarios de la Benemérita entraran en el camarote que hacía las veces de celda, con unas consumiciones para ellos.
Había apalabrado el ataque con algunos de sus compañeros y en cuestión de segundos redujeron a los dos agentes, a los que arrebataron sus subfusiles y pistolas. El tercero, que entró después, fue igualmente inmovilizado.
De repente, Antonio y cuatro compinches -Dionisio R., Juan José F., Jaime Feliciano R.B. y Juan José F.M.- estaban libres y armados. Y se disponían a hacerse con el control del 'Ciudad de Salamanca'. El siguiente paso fue reducir a camareros y a Lorenzo Morata, el capitán de la nave.
La intención de los presidiarios amotinados era que el buque se dirigiera a la costa argelina, donde pensaban descender en algún puerto local y mezclarse entre otros viajeros que esperaban para embarcar. Sin embargo, el capitán, en un alarde de ingenio, les engañó: "No hay combustible suficiente. Sólo podemos llegar a Palma de Mallorca".
La Guardia Civil detuvo a los implicados en el secuestro.
Sabía que en la Isla era prácticamente imposible que escaparan, pero no así en la costa magrebí. En ese momento, la Comandancia de la Guardia Civil de Palma, ubicada desde hacía muy poco tiempo en la calle Manuel Azaña, fue informada del secuestro marítimo. El COS (Emisora del Cuerpo) recibió una alerta urgente y el teniente coronel Enrique Nieva, máximo responsable policial, puso en marcha un gran operativo de emergencia.
Todas las patrullas disponibles se dirigieron hacia Porto Pí, donde debía llegar la nave, y se advirtió a los agentes que los secuestradores iban armados y eran muy peligrosos. Dos de ellos desembarcaron con su principal rehén, el capitán Morata, en su coche Simca 1200 y otros tres trataron de salir escondidos entre el pasaje, aunque no les funcionó.
El sexto preso del buque nunca llegó a participar en el secuestro y fue localizado en el camarote-celda: "Yo no he hecho nada, que quede claro". Mientras tanto, los guardias civiles seguían de cerca a los dos secuestradores del coche y al capitán, sin que estos se dieran cuenta. El vehículo enfiló el centro de Palma y entró por es Born.
Cuando se encontraba cerca de los juzgados de La Salle, se topó con una multitud y tuvo que detenerse. Los dos delincuentes, aún armados, dejaron al capitán y se dieron a la fuga con discreción, mezclándose entre los transeúntes. Pero los agentes los seguían de cerca y los detuvieron allí mismo: "Si hacéis un solo movimiento disparamos".
El juicio contra la banda tuvo una enorme repercusión mediática y los cinco delincuentes, que reconocieron que habían bebido cantidades ingentes de cerveza esa noche, fueron sentenciados a 112 años de cárcel. El castigo más duro fue para el hampón apodado 'el Portugués'.
El secuestro del 'Ciudad de Salamanca' marcó un punto de inflexión y a raíz de aquel asalto se endurecieron las medidas de seguridad y los protocolos en los barcos. Nadie quería reconocer que cinco presos borrachos habían puesto en jaque a todas las fuerzas de seguridad y se habían hecho, con sonrojante facilidad, con el control de todo un buque correo.
El Capitán Morata fue después Práctico del puerto de Maó y de Palma. Hoy en día, una de las lanchas de prácticos de Palma lleva su nombre en honor a su trayectoria.
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El Capitán Morata fue después Práctico del puerto de Maó y de Palma. Hoy en día, una de las lanchas de prácticos de Palma lleva su nombre en honor a su trayectoria.