Pep Matas
Pep Matas

Exjefe de la sección de Sucesos de Ultima Hora

La ORA no era para todos

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El protagonista de la historia de hoy tuvo cierta relevancia social en Balears. Entre otras tareas se dedicó a la política y me váis a permitir que no lo identifique porque ya ha fallecido. Me consta que era una persona culta, querida y respetada tanto por la gente de su partido como del resto. Si me he decidido a contar lo ocurrido es porque aprendí una lección que ya en su día me planteó la duda: si un personaje de su categoría es capaz de hacer lo que me ha hecho, qué puedo esperar de otros con menor catadura moral?. Vamos pues con la historia. Nos situamos a mitad de la década de los 90 cuando el personaje era regidor en el Ajuntament de Palma. Una mañana fui a desayunar con un policía local y entre otras cosas me dijo que en los aparcamientos de la Plaza de Cort, que era zona ORA, se llevaba a cabo una irregularidad con vehículos de algunos regidores.

La cuestión era que los vehículos se dejaban estacionados y si se agotaba el plazo no los movían y cambiaban el ticket (algunos ni siquiera lo tenían). Cuando pasaba el auxiliar les dejaba en el parabrisas la correspondiente sanción que, cuándo seguía su curso, acababa en una papelera. Así se callaban de raíz las posibles protestas de ciudadanos de a pie y comerciantes del lugar.

Entonces llamé a mi compañero Alejandro Sepúlveda para que tomara unas fotografías de la zona, y al día siguiente se publicó en este periódico la noticia y una foto en la que aparecían algunos vehículos con sanciones en el parabrisas. Ese mismo día, sobre la una de la tarde me llamó a su despacho mi director, Pere Comas. Con una media sonrisa en su semblante me pasó una carta que le acababa de hacer llegar nuestro personaje. El papel era de muy buena calidad, estaba escrita a mano y en general me dejaba en muy mal lugar. Se preguntaba quién era ese tal Pep Matas que ponía en duda su honorabilidad. En la foto que se publicó aparecía su coche con un papelito en el parabrisas y habría quién podría dudar de él. Ese mismo día la Policía Local de Palma confirmó la noticia, que por supuesto publicamos al día siguiente. Cuando regresaba al periódico después de una rueda de prensa me crucé con nuestro protagonista en las escaleras que dan acceso a la redacción. El bajaba y yo subía. No nos conocíamos personalmente pero ambos sabíamos perfectamente quién era quién. Supuse que venía de hablar con mi director. Se detuvo, me saludó cortesmente y dijo que si había escrito aquella carta era porque tenía que guardar las apariencias puesto que no se había demostrado nada. Añadió que esperaba que lo entendiera pero en su día no podía darme la razón, sin embargo en aquél momento tenía que felicitarme al haberse esclarecido oficialmente. Por cierto, del resto de regidores que se habrían beneficiado del entramado no se supo nunca nada. La respuesta sigue estando en el viento.