Casi un siglo del crimen de Mancor de la Vall: el asesinato a hachazos de Gabriel y la sombra de la pena de muerte

En 1928 , el administrador de una finca apareció brutalmente asesinado. La Justicia detuvo a cinco sospechosos, pero solo dos llegaron a junicio

El crimen se produjo en 1928 en una finca de Mancor de la Vall.

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En la pequeña e idílica localidad de Mancor de la Vall, en 1928, hace casi un siglo, todos los vecinos se conocían. Algunos convivían en armonía y otros mantenían veladas rencillas. El 13 de enero un crimen horrorizó a todos. O casi todos. El administrador de una finca, Gabriel Pou Fontanet, de 47 años, fue salvajemente asesinado a hachazos en la 'tafona'. Esta es la crónica de un crimen que se saldó con cinco detenidos, aunque solo dos llegaron a juicio. Y una petición de pena de muerte para ambos.

El fallecido presentaba un total de nueve heridas incisas en la cabeza, todas ellas producidas con una herramienta. A los pies de la víctima los testigos localizaron un hacha, por lo que los investigadores determinaron que ésa era el arma homicida.

Un juzgado de Inca instruyó las diligencias y los agentes encargados del caso comenzaron a investigar quién podía haber atacado a Gabriel, aquella fría tarde de invierno en el predio Biniaxent. Los investigadores tenían una certeza: el agresor -o agresores- era alguien del círculo más próximo del fallecido.

Se había acercado a él sin levantar sospechas y después, quizás durante una airada discusión, lo atacó sin piedad, con la intención de matarlo. Las crónicas refieren que en aquella época los vecinos o trabajadores que entraban en la finca eran limitados, así que los policías comenzaron a indagar a cada uno de ellos.

El crimen de Mancor de la Vall fue recordado durante generaciones.

Y llegaron a una inquietante conclusión: Gabriel estaba enemistado con su hermano Juan, de 37 años, por cuestiones relacionadas con la administración de la finca de Mancor de la Vall. Así pues, el círculo fue estrechándose entorno al familiar, que finalmente fue detenido junto a Miguel Pericás Morro, de 33 años, y otros tres vecinos más del pueblo. Los cinco sospechosos fueron interrogados por separado y algunos de ellos incurrieron en graves contradicciones. El caso comenzaba a esclarecerse.

Juan, el hermano, negó que tuviera desavenencias con Gabriel y sostuvo que ese día, tras verlo, se marchó a su casa y ya no volvió a salir. Puso por testigo a dos mujeres, pero luego mantuvo que en realidad no lo habían visto y que no podían apuntalar su coartada.

Añadió que esa noche, a las once, llamó a la puerta Miguel, que le comunicó que su hermano estaba gravemente herido en la 'tafona' de la finca. Ambos fueron a buscar al médico y cuando llegaron el doctor examinó el cuerpo agonizante con una lámpara de aceite, y le advirtió al hermano: "No te acerques". Había advertido que había sido atacado con un hacha, lo que constituía un asesinato.

Otro de los testigos declaró que el principal acusado, esa noche, ante el cuerpo, le advirtió: "Ya ves, calla y ya nos entendemos". Finalmente, de los cinco detenidos solo se mantuvo la acusación de asesinato para Juan y Miguel. El resto quedó exculpado de la muerte violenta del administrador.

El juicio se inició a finales del verano de ese año y el fiscal pidió la pena de muerte para los dos procesados, que clamaban por su inocencia. Sostuvo que habían actuado con alevosía y nocturnidad y con el agravante de parentesco de Juan. Además, insistió en que se había tratado de un asesinato, no de un homicidio accidental, y reclamó una indemnización de 10.000 pesetas. El abogado defensor, por su parte, pidió su libre absolución.

El 4 de octubre de ese año se dictó sentencia. Los dos reos contuvieron el aliento, conscientes de que podía ser su último día con vida. Tuvieron suerte: a Juan le cayeron 17 años por un delito de homicidio y a Miguel, 14. Pero ambos esquivaron la muerte. Algo que Gabriel no pudo.