El control rutinario de la Guardia Civil que evitó que la mafia rusa volara por los aires un Rolls Royce con un magnate alemán en Mallorca

En el verano de 1999 un letal comando del Este viajó a Santa Ponça para eliminar a un millonario con una bomba

Los dos sicarios rusos, en el banquillo de los acusados, durante el juicio en la Sección Primera de la Audiencia de Palma | Foto: UH

TW
0

Languidecía el verano de 1999 en Mallorca. El 27 de agosto, con los últimos turistas haciendo las maletas para volver a sus países, la Guardia Civil se topó en un control rutinario con dos sicarios rusos que habían viajado a Mallorca para volar por los aires con una bomba a un magnate alemán en su Rolls Royce. Esta es la crónica de la alargada sombra de la mafia eslava, que ya por aquellos años extendía sus tentáculos por la Isla. Poco después, comenzaron a comprar mansiones y hoteles, para blanquear a gran escala.

Esa tarde de agosto, unos agentes se habían apostado, de forma aleatoria, cerca de un conocido parque acuático de s'Arenal. Repararon, entonces, en un vehículo de alquiler que había realizado una maniobra sospechosa y le dieron el alto. No sabían que en ese momento podrían haber sido abatidos por Jurij B. y Gennady G., los dos rusos que llevaban una pistola con silenciador, de fabricación italiana, y una bomba de explosivo plástico de 650 gramos, en los bajos del asiento del copiloto.

La profesional intervención de los guardias evitó que los sicarios pudieran reaccionar, aunque otras fuentes de la época apuntaron a que los sicarios prefirieron no hacer uso del arma porque sabían que después no tendrían forma de escapar de la Isla. Y que la condena sería muy superior. Sea como fuere, los agentes volvieron a nacer. Los dos extranjeros fueron detenidos y todas las alarmas se activaron en la Comandancia de la Guardia Civil y en la Delegación del Gobierno.

Uno de los matones interceptados era de San Petersburgo, como Gennadios Petrov, un mafioso que años después cobró gran notoriedad en una urbanización de El Toro (Calvià) y que fue relacionado con aquellos acontecimientos. El otro era un alemán adiestrado en Holanda. Ninguno de los dos cantó. Eran tipos duros y los investigadores del Grupo de Información se las vieron y se las desearon para rastrear su pista.

La pareja había llegado a Mallorca el día 24 y se alojó en un hotel de s'Arenal, como turistas. No querían llamar la atención y apenas tuvieron contacto con nadie. Tenían que ejecutar el encargo y luego, en los primeros días de septiembre, dejar discretamente la Isla, tal y como habían llegado.

El tribunal que juzgó a los dos sicarios rusos, en el año 2000.

El objetivo era Randolph S., un magnate alemán que residía por temporadas en Santa Ponça, a caballo entre Mallorca y su país. En 1997 ya le habían dejado una granada en los bajos de su coche, a modo de advertencia. El artefacto no llegó a explotar, pero la mafia tiene una memoria prodigiosa. Y nunca olvida. Así que dos años después, un comando del Este debía finalizar el trabajo.

El plan, según descubrió la Benemérita, era volar por los aires el Rolls Royce de Randolph, con él dentro. La milagrosa intervención de los agentes frente al parque acuático desbarató el asesinato por encargo. Esta vez fue el empresario alemán el que volvió a nacer.

Jurij y Gennady fueron juzgados en la Sección Primera de la Audiencia de Palma, entre una gran expectación mediática. La fiscal era Dolores Rodríguez y los abogados Juan Carlos Peiró y Gaspar Oliver, dos primeras espadas de la época. La Fiscalía solicitaba seis años de cárcel para cada uno de los acusados, pero un pacto in extremis, antes del juicio, acabó con una condena de cuatro años, que aceptaron el acuerdo.

Lograban, de esta forma, no tener que declarar. Nunca hablaron ni con los investigadores ni con los jueces. En prisión, aunque no lo sabían, fueron vigilados muy de cerca y cuando los trasladaron a otra cárcel de la Península siguieron en el punto de mira a los investigadores, que los calificaban de muy peligrosos. Tras cumplir su pena, Jurij y Gennady se esfumaron como dos fantasmas. Como si nunca hubieran existido.