«Cuando ibas a hacer una redada contra una timba ilegal tenías que ir muy alerta con las filtraciones»

Rafel Vich, el histórico jefe del Juego de la Policía Nacional, se jubila tras dos décadas combatiendo las partidas de póker y las apuestas ilegales en Mallorca

Rafel Vich es uno de los grandes expertos en el sector del Juego | Foto: M. À. Cañellas

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Rafel Vich nunca va de farol y quizás por eso fue nombrado, hace dos décadas, jefe del Servicio de Control del Juego de la Policía Nacional. Ahora, recién jubilado con una impoluta hoja de servicios, el subinspector concede una entrevista en exclusiva a Ultima Hora en la que recuerda que, cuando empezó, los chivatazos para alertar a los jugadores de timbas de una inminente redada policial eran algo habitual. Y advierte de que el vicio está cambiando: las partidas de póker se van sustituyendo, poco a poco, por las apuestas online ilegales.

¿Dónde nació?
—Soy de Marratxí, donde nací en 1959. Mis padres eran agricultores. Mi generación trabajó en el campo. Tras acabar el Bachiller y las oposiciones entré en 1980 en la Policía Nacional.

¿Tenía familiares policías?
—Sí, un tío mío era teniente de la Policía Armada. Era el jefe en Manacor.

¿Dónde le pilló el Golpe de Estado del 23-F?
—Pues en Barcelona, donde estaba destacado. Recuerdo que la comisaría estaba en pleno barrio chino. Empezaban los primeros travestis. A mí, que nunca había salido de Mallorca, todo aquello me chocaba mucho. Ese día nos armaron hasta los dientes, con metralletas Z-70 y nos mandaron a vigilar el puerto.

¿Había mucha tensión?
—Muchísima, se podía cortar el ambiente.

También estuvo en el País Vasco, en los años del plomo.
—En efecto, allí estuve tres años, en un convento de monjas, donde cantábamos nuestro himno. Recuerdo un episodio que me marcó: dos compañeros que tenían cosas que hacer les pidieron a otros dos que les cambiaran el turno para hacer la ronda de guardia. Aquellos chicos aceptaron y salieron con las furgonetas. Una bomba de ETA los mató. Me impactó muchísimo.

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Rafel Vich.

¿Cómo era aquella policía de 1983 en Palma?
—Antes no había ni sindicatos, tampoco hasta el 86 no había mujeres. Había un gran retraso. Poco a poco las cosas fueron cambiando, pero costó. Estábamos muy atrasados y es algo que los jóvenes de hoy en día desconocen. ¿Le puedo contar algo?

Por supuesto.

—Aquí, en el estadio Lluís Sitjar, se jugó en aquellos años un Mallorca-Sevilla. Franco Martínez arbitraba y en el último minuto señaló un penalti contra el Mallorca. Los policías no teníamos ni cascos ni escudos. Al árbitro le tiraron una botella y yo la rematé con la cabeza (ríe). Me pasé tres días en el hospital. Parece mentira, venía del País Vasco, donde no me había pasado nada y aquí acabo ingresado por un botellazo.

En los años 80 y 90, en la policía, había conductas preocupantes de algunos mandos y agentes respecto al Juego.
—Digamos que había un comportamiento inadecuado de algunos integrantes del colectivo. Una relación demasiado estrecha con empresarios del Juego.

Usted llegó a ese departamento en 2001.
—Sí, el jefe era Ginés Cruz y luego vino Joan Ramis. Fueron grandes profesionales que cortaron con todo eso que hemos comentado. Pero no les gustaba mucho la investigación y cuando entré yo de jefe decidí potenciarla. Había mucho juego ilegal en Manacor, Campos y Palma.

Y muchas filtraciones.
—Es cierto. Tenías que ir muy alerta, porque venían de dentro del colectivo del Juego. Recuerdo que cuando iba a Menorca a inspecciones nunca encontraba nada. Alguien les avisaba. Al final, decidí ir en barco y con un coche, sin que nadie lo supiera. Entonces empezó a funcionar.

Manacor era el epicentro del juego ilegal.
—Podemos decirlo de esa manera, en efecto. Hicimos un gran trabajo para erradicarlo. La subinspectora Maite Alonso, que desgraciadamente ya está fallecida, hizo un trabajo muy brillante. Fue una gran profesional.

¿También se encontraban allí con soplos?
—Desde luego, sobre todo en los primeros años. Los policías que colaboraban con nosotros no tenían que ser de Manacor, porque si no había filtraciones antes de las redadas. Luego la cosa se suavizó.

¿Ha cambiado mucho el juego ilegal en Mallorca?
—Sí, mucho. Drásticamente, diría yo. Antes se apostaba mucho a Monte, Jiley (conocido aquí como ‘fill de puta’) y póker, por supuesto, que era el juego estrella. En el truc ni en los juegos mallorquines no había mucho dinero. Ahora, en cambio, el juego ilegal es sobre todo online, por internet. ¿Sabe una cosa? El tenis es uno de los deportes en el que se pueden hacer más amaños.

¿Y eso?
—Porque hay un retardo mínimo desde que el juez comunica que el jugador ha fallado el saque y los ‘malos’ que están allí viendo el partido tienen la información al momento, que comunican mediante aparatos que tienen ocultos, en el pie o entre las ropas. Esas décimas de segundo son clave.

¿Qué me dice de aquellas timbas de cartas de tiempos pasados?
—Qué tiempos. Sólo en la carretera de Sineu había siete chalets o puntos donde se organizaban timbas tremendas. Una de ellas estaba en el Puntiró. En otra había un cartel que decía que se hacían pizzas: significaba que había timbas.

Siempre se ha dicho que había algunos políticos implicados.
—Sí, dos de ellos conocidísimos, de Palma. También había empresarios muy potentes.

¿Qué se apostaban?
—De todo. Jugaban miles y miles de euros. Pero también casas o pisos. Y los coches. De hecho, detectamos que un día un jugador llegaba con su coche y a las pocas semanas ese mismo vehículo lo conducía otro jugador. Cuando mirábamos en Tráfico, lo habían cambiado de nombre.

¿Coches de lujo?
—Para que se haga una idea, uno de los operativos lo bauticé ‘el buque de la Mercedes’ porque casi todos los jugadores llevaban coches de esa marca.

En las timbas, ¿llevaban todo el dinero encima?
—No, eso es un mito. Llevaban mucho dinero, pero cuando ganaban anotaban las cantidades en papeles y a la semana siguiente pasaban a cobrarlo, con discreción.

¿Cómo reaccionaban cuando entraba la policía?
—La mayoría, de forma pacífica. Los habíamos cogido con las manos en la masa y lo sabían. Una vez, uno de ellos intentó quemar los papelitos donde apuntaban las cantidades que se debían, pero quemó por error un gran fajo de billetes.

¿Qué tal la relación con el departamento de Juego del Govern?
—Bien, aunque en una ocasión una jefa pidió mi cabeza por un caso de un funcionario corrupto. Mi jefe superior no se la dio.