Ali Agca: la conexión mallorquina del terrorista que intentó matar al Papa Juan Pablo II

¿Por qué el terrorista turco pasó quince días en la Isla antes de viajar al Vaticano para el magnicidio?

Imagen tomada en Son Sant Joan el 25 de abril, cuando aterrizó Alí Agca. Llevaba un pasaporte falso | Foto: UH

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Entre el 25 de abril y el 9 de mayo de 1981 un misterioso turista turco se alojó en un hotel de Magalull. Alto, esquivo y poco comunicativo, su pasaporte decía que se llamaba Faruk Osgun. En realidad, era Alí Agca, el terrorista que cuatro días después de aquellas extrañas vacaciones en Mallorca disparó otras tantas veces contra el Papa Juan Pablo II en la plaza del Vaticano. Esta es la crónica de la conexión mallorquina en un magnicidio frustrado que sacudió el tramo final del siglo XX y que nunca ha sido investigada suficientemente.

Alí Agca había nacido en el seno de una humilde familia turca. Desde jovencito, el hambre le llevó por la mala vida y trabó contactos con delincuentes y hampones. Luego se alistó en el Frente Popular para la Liberación de Palestina y recibió entrenamiento militar en Siria. Su última parada ideológica fue la extrema derecha y entró a formar parte de los Lobos Grises, una organización golpista turca de finales de los años setenta.

En 1979 cruzó todas las líneas rojas y mató al director de un periódico de su país. Fue detenido y encarcelado en una prisión de máxima seguridad, a la espera de juicio, pero milagrosamente consiguió escapar. El joven turco empezaba a forjar su negra leyenda.

Un camarero señala la mesa que siempre elegía Alí Agca en su hotel de Torrenova (Magaluf).

Lo siguiente que se supo de él lo sitúa en Mallorca, adonde llegó con nombre falso. Era el 25 de abril de 1981 y viajó desde el aeropuerto de Malpensa (Milán), hasta Son Sant Joan, con el touroperador Alpitour y un nutrido grupo de turistas italianos. Se alojó en el hotel Flamboyan, en Torrenova (Magaluf) y alquiló la habitación individual 624. Sin vistas al mar.

Pero no era por una cuestión económica. De hecho, el turista turco era el favorito de los camareros, porque dejaba unas propinas muy generosas. Casi excesivas. Sin embargo, no se relacionaba con otros veraneantes. Ni aceptaba citas con chicas. Era como si estuviera ausente. En esos momentos nadie pensaba que la mente del criminal, en realidad, estaba en la plaza de San Pedro, donde debía dar muerte a Karol Wojtyla, el pontífice que fue una figura clave en la caída del comunismo.

De la estancia de Alí Agca en Calviá llama poderosamente la atención que en la habitación colindante con la suya, la 623, se alojara una mujer de nombre Ilona Koczkar. La identidad era falsa y la señora no constaba en el registro de huéspedes del hotel. Entre los dos cuartos había una pequeña puerta que los comunicaba.

¿Contactó en el hotel Flamboyan con sus superiores de la mafia?

No fue el único movimiento sospechoso del turco. En Mallorca, por esos días, se reunió con un misterioso varón que conducía un lujoso Mercedes, de matrícula extranjera, de la Alemania Occidental. Los investigadores creen que se trataba de sus cómplices comunistas búlgaros, o la mafia turca, que lo estaba aleccionando sobre su siguiente viaje a Roma. El último de su vida. Pero ninguno de aquellos protagonistas pudo ser identificado y, 44 años después, todo son conjeturas.

Los días de Alí Agca en la Isla pasaron sin pena ni gloria. Por las mañanas salía a correr, cerca del hotel, y cuando caía la noche jugaba a las máquinas tragaperras. No bebía alcohol ni bailada. Las chicas que lo merodeaban eran rechazadas de forma sistemática, lo que hizo pensar a los camareros que era homosexual.

La estancia del terrorista en Mallorca, justo antes del intento de magnicidio, ha sido objeto de muchos debates. Y nunca se ha aclarado realmente el papel que jugó la Isla en el engranaje criminal para matar a Juan Pablo II. Lo que es evidente es que el joven turco no se alojó en Magaluf para veranear. En Mallorca se ultimó el atentado y no se descarta que fuera precisamente aquí donde le entregaran la pistola Browning con la que disparó al santo pontífice.

Las medidas de seguridad, por entonces, en los aeropuertos eran casi ridículas y los expertos coinciden en que no es descabellado pensar que Alí Agca salió armado de Mallorca. Su equipaje, de hecho, no fue registrado, cuando el 9 de mayo, sábado, embarcó en Son Sant Joan con destino a Malpensa, en Milán.

A las 17.19 horas del 13 de mayo de 1981 Alí Agca disparó cuatro veces contra el Papa.

El criminal llegó en tren a Roma y se camufló entre los miles de peregrinos que inundaban la plaza de San Pedro. Intentaba pasar por un ferviente católico, casi en éxtasis ante la posibilidad de ver a Juan Pablo II en solo unos minutos. A las 17.19 horas, el Papa y su comitiva pasaron junto al turco, que con un movimiento inesperado y felino desenfundó su pistola Browning y descerrajó cuatro tiros a bocajarro contra Karol Wojtyla.

Se hizo el silencio en la plaza del Vaticano y segundos después algunos gritos provocaron una desbandada general. El Papa se había desplomado, herido en el brazo derecho, la mano izquierda y en el estómago, donde dos balas le habían perforado. La valentía de una monja y dos cardenales, que se arrojaron sobre el tirador, evitaron que Alí Agca siguiera disparando.

Dos años después del atentado, un recuperado Juan Pablo II visitó en la cárcel a Alí Agca y le perdonó públicamente.

El 'demonio' turco fue condenado en julio a cadena perpetua y facilitó distintas versiones sobre la autoría del atentado. La sombra de la mafia turca planeó sobre el Vaticano, aunque tampoco se descartó que activistas búlgaros, de extrema izquierda, hubieran tramado la venganza contra el Santo Padre. Posiblemente, ni el propio Alí Agca supiera quién estaba detrás del complot.

La sorpresa, en forma de perdón cristiano, llegó dos años después, cuando Juan Pablo II sorprendió al mundo visitando en prisión al hombre que había intentado matarlo. Lo perdonó públicamente y la fotografía de ambos en la celda, estrechándose la mano, se convirtió en una de las más icónicas de finales del siglo XX.

Alí Agca, finalmente, salió de prisión, a pesar de su condena a cadena perpetua y a sus 68 años vive en Estambul, vigilado noche y día por las autoridades de su país. Quizás para que no desvele nunca los detalles del magnicidio. Y quiénes eran las personas que le dieron las últimas instrucciones en su hotel de Magaluf aquella primavera de 1981.