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El guarda de una finca de Bunyola, valorada en 12 millones de euros, descubrió que la cabeza del rinoceronte negro que hay en el salón de trofeos había sido manipulada. Alguien había sustituido el cuerno original, de casi medio metro de longitud, por una réplica pegada con resina. La Guardia Civil abrió una investigación que habían estado allí durante dos horas: un intermediario en compraventa de inmuebles, un taxidermista y un fotógrafo.

Un juzgado de Palma ha condenado ahora al intermediario inmobiliario y al fotógrafo a un año y medio de cárcel y al taxidermista a un año y dos meses. El juez de lo Penal número 3 le impone menos pena que al resto por haber reconocido que sustrajo el cuerno e indicar a los investigadores el lugar en el que lo había escondido. Los tres deberán indemnizar a la propietaria del cuerno con 4.840 euros por el valor de la reparación y 968 euros por los daños morales a su dueña. «Teniendo en cuenta el valor sentimental, que se trata de un trofeo y que los perjudicados han sido desposeídos hasta la fecha», argumenta el magistrado.

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Los hechos se produjeron entre las 11.30 y las 13.30 horas del 14 de noviembre de 2019, según indica la sentencia. Los tres procesados acudieron a la finca con el pretexto de hacer de intermediarios en su venta. A continuación, aprovecharon que la sala de trofeos estaba abierta para apropiarse de un cuerno de rinoceronte negro valorado en 222.480 euros y colocaron en sustitución uno falso. El 16 de noviembre la Guardia Civil recuperó la pieza después de que el taxidermista confesara el hurto en dependencias policiales. La restauración del cuerno se presupuestó en 4.840 euros.

Uno de los implicados, el taxidermista, fue el único que reconoció en el juicio el robo. Los otros dos hombres negaron su participación. «Todo lo que ocurre el día en que es hurtado el cuerno, como dice con acierto la representante del Ministerio Fiscal, solo puede explicarse con el concierto previo de los tres acusados para que nadie de la finca, ni los propietarios ni el guarda, les sorprendieran cambiando un cuerno real por otro falso», señala el juez. «No es posible que el taxidermista, sin ninguna ayuda, pretendiera realizar la sustracción del cuerno sin ser visto por nadie». La propietaria de la valiosa pieza en cuestión contó que es «única», «la joya de la corona» de la sala de trofeos de la finca.

Los ladrones pretendían vender la pieza en el mercado negro

El cuerno de rinoceronte negro es un espécimen protegido y los acusados pretendían venderlo en el mercado negro. El taxidermista reconoció su intención en el juicio, pero aseguró que no tenía ni idea del valor de la pieza. El hombre viajó de Elche a Mallorca con una réplica en la maleta y la resina para ajustarla.