Trabajadores de la funeraria trasladan en una camilla el cuerpo sin vida del hombre, este sábado, en Verge de Lluc.

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Juan Noguera Serrano salía poco de su casa, un segundo piso situado en el número 4 del Passatge Cala Murta, en la barriada Verge de Lluc, en Palma. El hombre, que tenía unos 70 años, llevaba toda la vida en esa vivienda. Hace un mes aproximadamente que ningún vecino lo veía salir de su domicilio, pero a nadie le extrañó. «Era una persona súper amable, lo que bebía, la verdad, y casi nunca abría la puerta», cuenta Yolanda Puertas, vicepresidenta de la comunidad. «Tenía la casa bastante dejada».

Estaba divorciado y era padre de dos hijas, pero tenía poco contacto con su familia. «A las hijas nunca las hemos visto y a la exmujer la vi una vez», asegura Yolanda, que desconoce a qué se dedicaba la víctima. Una vecina que vive en la finca colindante ha notado un hedor a través del tragaluz de su baño, que conecta con el de Juan Noguera, y entraban muchas moscas desde hace varios días. «No podía ni abrir su baño ya...». La mujer se lo ha comentado a Yolanda Puertas y han llamado a la Policía Nacional alrededor de las cuatro de la tarde de este sábado.

Lavabo

Una dotación de los bomberos de Palma se ha desplazado al edificio y ha accedido al domicilio del fallecido a través del balcón de su vecino. El cuerpo sin vida de Juan Noguera se encontraba en el cuarto de baño encerrado. Una patrulla de la Policía Nacional y la médica forense de guardia también se han personado en el lugar.

Hallan el cadáver de un hombre que llevaba un mes muerto en su casa de Palma

Los vecinos ponían incienso últimamente por el fuerte olor que se desprendía del 2-1 en el que vivía Juan. «Este muchacho ha sido muy pa’ él», interviene Vicenta Lillo, que vive en el tercero. «No hablaba con nadie», añade. Juan, según explican las vecinas, era un hombre muy solitario.

«Yo como vicepresidenta le toqué la puerta porque debía alguna derrama, pero casi nunca abría, y le decía: ‘Juan, que soy Yolanda, por favor, abre’. Abría así a medias y le pedía que por favor pagara y lo hacía».

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Cuando se lo encontraban por la calle, dicen, «es verdad que siempre te atendía, pero en su casa nunca abría». Los últimos arreglos que realizaron en la finca ya no los pagó. Vicenta calcula el tiempo exacto que llevaba viviendo Juan allí. «Yo lo sé por mi Guillermo, que era chiquitín y tenía tres años cuando vinimos...a ver... cuánto llevaremos aquí... pues desde el 66, más o menos». «Los padres de Juan vivieron en su casa», recuerda Vicenta. En el buzón aún hay cartas que llegaban a nombre de su madre.