El fotógrafo Benet Bohigas, en el santuario de Lluc.

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El fotógrafo Benet Bohigas, de 71 años, se hospedó en el santuario de Lluc el pasado domingo 26 de febrero. Alquiló una habitación tras proponerse alojarse allí, antes de que cerraran la carretera, cuando llegara un temporal de nieve. «Ahora me he jubilado y puedo hacer lo que quiero».

Nevó toda la noche y el lunes por la mañana Lluc estaba vestido completamente de blanco. «Era una nieve de cuatro dedos», recordaba este jueves por teléfono Benet, que hizo decenas de fotografías de árboles, bancos, familias, pájaros y coches sepultados en las inmediaciones del santuario.

La borrasca Juliette se cebó con la Serra de Tramuntana y, especialmente la zona de Lluc. El temporal dejó al fotógrafo y a más de un centenar de personas aisladas. Incomunicados. Sin teléfono. Sin ordenador. Sin corriente eléctrica. Sin agua. Y sin calefacción. «Te tenías que llevar la vela del restaurante a la habitación», cuenta Benet.

Las primeras horas sin luz utilizaba el teléfono móvil a modo de linterna hasta que la batería se agotó. También hizo uso de la luz que le proporcionaba la pantalla del ordenador hasta que se descargó completamente. Al final su reloj fue su mejor aliado. «Es uno de esos especiales que la familia sabe dónde estás si aprietas un botón. Él apretaba otro botón que tiene para hacer luz y de esta forma ver por la noche. Yo ya me había estudiado la habitación y sabía por dónde moverme».

Muchas familias, explica, acudieron a ver la nieve el domingo con sus hijos. «Esperaban una nevada normal, no estaban preparados para esta cosa». Esta ‘cosa’ a la que se refiere, provocada por Juliette, cogía cada vez más envergadura. «Algunas familias intentaron huir, pero su coche estaba lleno de nieve, tapado, y no pudieron salir de Lluc».

El fotógrafo recuerda a una familia que, a un kilómetro del santuario, en la carretera hacia Pollença, tuvo un percance. Un pino cayó sobre el capó de su coche y el conductor se hizo daño en las cervicales. «Era una pareja con un bebé y una niña de ocho años. Tuvieron que abandonar el vehículo y volver a pie hasta Lluc. Les costó muchísimo porque ya había una gran cantidad de nieve y no llevaban los zapatos adecuados».

Benet, que es colaborador de Ultima Hora, destaca el trabajo del personal del santuario de Lluc. «Son un diez. El coordinador se preocupaba de todo el mundo. El cocinero me dijo que el lunes por la noche había servido unas 120 raciones. Se tuvo que racionar la comida porque había tantas personas y, normalmente, no hay tanta gente y no se sabía cuántos días íbamos a estar allí…». El martes a mediodía comió un plato de sopa con fideos y un plátano y para cenar arroz con tomate y la misma fruta.

Caída de árboles

A las siete de la tarde del lunes, tres operarios que estaban trabajando en la carretera de Pollença tuvieron que refugiarse en el santuario. «El temporal pudo más que ellos porque caían árboles constantemente y no les daba tiempo a retirarlos. Venían corriendo porque cada vez que pasaban por debajo de un pino les podía caer encima». Tuvieron que abandonar la máquina quitanieve y el coche con el que se desplazaban y regresar a pie.

Benet no se esperaba las consecuencias de la borrasca Juliette. «Yo pasé un temporal mucho peor en los Pirineos. En Lluc estabas a cubierto y si no salías del santuario las condiciones eran buenas. Hice montones de fotos, pero no me esperaba esto. Fue una nevada más grande de lo que esperaba, fue increíble, no creo que la vuelva a ver». La experiencia, según el fotógrafo, fue «agradable». El martes por la tarde, una máquina quitanieves flanqueada por la Guardia Civil evacuó a las primeras personas de Lluc.

Al día siguiente por la mañana, en torno a las diez y media, el fotógrafo y el resto de huéspedes abandonaron el santuario. «No te podías quedar, la Guardia Civil dijo que se tenía que evacuar a todo el mundo. Fuimos escoltados y se hizo una caravana de coches hasta Caimari».