Cursach recuerda su estancia en los calabozos. | Youtube Ultima Hora

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La entrada de Bartolomé Cursach en los calabozos de la Jefatura de Policía de Palma estuvo marcada, según su relato, por el comentario de un agente que le tomaba las huellas, que le comentó que sabía que acabaría allí porque era un delincuente. Los tres días en la celda fueron para él un infierno y cuenta que llegó a orinar allí porque no le sacaban para llevarlo al baño. Luego, cuando iban a llevarlo al juzgado, insiste en que trataron de humillarlo diciéndole que podía ducharse en un cuarto donde no había nada.

Pasó tres días en los calabozos de la Policía Nacional.
Sí. Cuando llegué, lo primero que me hicieron fue huellas y fotos. Era un policía pequeño y delgadito y su único comentario fue: «Yo ya sabía que acabarías aquí. Ya sabía que eras un delincuente». A Sbert y Bergas los pusieron juntos, con luz artificial. A mí en otra celda sin luz, con una ventana diminuta. Yo tenía 70 años, tenía que ir al baño con frecuencia, pero los funcionarios venían cuando querían, así que tenía que orinar en mitad de la celda. Tampoco hay agua. Si querías beber tenían que abrirte y llevarte a beber. Podían pasar horas y horas. Al mediodía y de noche te daban trozo de pan de barra que llevaba un día cortado con supuestamente mortadela o queso dentro. Pero allí no había ni una cosa ni la otra. Es una tortura, en un país que hay democracia y derechos. ¿Sabe unas cosa?

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Jaume 'Menut', el difunto dueño de Los Rafaeles, que era un gran amigo mío, me hacía esos días unos buenos bocadillos y se los regalaba a mi mujer, que me los traía con café caliente. Ella iba con la mujer de Sbert y de Bergas. Pero todo eso nunca nos llegó.

¿Blanqueo le tomó declaración?
Me leyeron los delitos que me imputaban, que eran muchos. Lo hizo Blanca. Mientras lo leía yo, con los nervios, me quitaba algunas bolitas del jersey. Ella, de golpe, cerró el papel y me dijo: «Como no me prestas atención no hace falta que te lo lea». Antes de ir al juzgado me quería duchar, me dijeron donde estaba, pero se rieron de mí: Fui y no había ni grifo ni alcachofa ni nada. Estaban de cachondeo, riéndose de mí.

Cómo fue su llegada al juzgado con decenas de periodistas.
Y fui el único que salí con la cara bien alta, porque yo podía tenerla bien alta. No había cometido ningún delito. Dentro estaban Penalva, Subirán, mi abogado y los policías de Blanqueo, que sonreían. Mi abogado dijo que solo respondería a las preguntas del juez o de él. Pero Penalva no sabía qué preguntar y Subirán le iba introduciendo temas. Mi abogado Molina se quejó. Fue todo rápido, duró unos diez minutos.