Sandra Arco, este sábado, en las instalaciones de Última Hora. | Emilio Queirolo

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Sandra Arco salió a pasear con su hija de trece meses y su perrita de raza pomerania por un camino de Biniali el pasado 10 de enero por la tarde. A la altura de las bodegas Macià Batle, dos perros mestizos saltaron la verja de un chalet de color amarillo y le mordieron. «Salieron directamente a mis piernas. Me atacaron como pirañas de arriba a abajo. Yo con una mano sujetaba a la perrita y con la otra daba vueltas al cochecito de mi hija. Si lo dejaba estático o yo caía al suelo no sé lo que hubiera pasado».

La mujer, de 40 años, no quiere ver las fotografías que conserva en su teléfono móvil de las graves lesiones que le causaron los perros, un macho y una hembra, en ambas piernas. En una de ellas le pusieron 13 puntos de sutura en el hospital. «La dueña de los animales salió y lo peor fue que me decía que estuviera tranquila, que no pasaba nada, mientras sus perros me estaban mordiendo», cuenta Sandra. «Crucé como pude, arrastrándome, al otro lado de la carretera con el cochecito de mi hija y mi perrita».

Pesadillas

La víctima del ataque de los perros llamó a la ambulancia porque no podía caminar y la trasladaron a Son Llàtzer. Tenía los dos tobillos desgarrados y le dijeron que por un milímetro no le fracturaron la tibia. Sandra va al PAC de Marratxí cada día para que le hagan las curas de las heridas. «Hace dos días que he empezado a caminar», asegura la mujer, que el próximo 8 de marzo tiene cita con un psicólogo privado.

La mujer toma pastillas para dormir porque tiene pesadillas. «Yo lo recuerdo todo. Cómo me mordían. Desde arriba hasta abajo. Subían y bajaban. Yo luchaba por no caerme porque hubiera dejado a mi hija indefensa», explica la víctima del ataque. El año pasado, en febrero, los mismos perros casi matan a su pomerania. Sandra no denunció porque la dueña se hizo cargo de los gastos del veterinario. Le dejó el dinero en un sobre en un bar.