Jornada de este miércoles del juicio por el 'caso Cursach'. | Alejandro Sepúlveda

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El ‘caso Cursach’ arrancó con homicidios encima de la mesa y, ahora mismo, lo que se debate en el juicio son una serie de vallas en Magaluf. En el «culo de BCM» como reiteradamente dijo este miércoles José Manuel Bover. El suyo era el último gran testimonio de cargo que quedaba en el juicio. El empresario que primero denunció a Cursach y haber sufrido acoso durante años. El problema es que su acusación ha quedado jibarizada. Las peleas y enfrentamientos en Magaluf han quedado fuera del juicio y solo superaron la instrucción dos cosas: si Cursach ordenaba poner vallas para impedir a sus clientes acceder a sus locales y si existió una prevaricación en el Ajuntament al no revisar de oficio la licencia de BCM.

La acusación que no sabía por lo que acusaba

Que la acusación particular de Bover iba de esto se concretó ayer. Su abogada, Teresa Bueyes comenzó a protestar ante unos correos electrónicos que dejaban mal a su cliente y que le exhibía el abogado David Salvà, que representa al único funcionario de Calvià acusado. «Esto es más grave de lo que podíamos adivinar. Es su responsabilidad saber qué pretensión acusatoria mantiene».

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Sin ánimo de ofender

El abogado de Cursach, Enrique Molina, tiene aire del Madrid de los Austrias. Ayer pidió disculpas varias veces a Bover al preguntar. «Solo para aclararme yo», le repetía antes de introducir siete sentencias en su contra.

«Se me estropeó el pen drive»

Antes, Bueyes ya había protagonizado otro incidente. No era capaz de encontrar unas conversaciones telefónicas. «No me las han dado», dijo. La ponente se fue a comprobarlo en la oficina. Se hizo entrar al letrado de la administración de justicia en Sala. «Lo pedí hace dos semanas pero se me dañó el disco».