Entrevista con los Okupa de la sucursal bancaria de San Fernando. | ALEX SEPULVEDA

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«No somos santos, a veces pecamos, pero hemos de buscarnos la vida», reconoce nada más empezar un representante de los jóvenes que desde el pasado mes de diciembre okupan una antigua sucursal bancaria en la avenida San Fernando de Palma. Ante la visita de un equipo de Ultima Hora, los okupas, que hasta ahora se habían mostrado bastante hostiles, toman una actitud muy cordial. Quieren explicar su versión sobre la situación de tensión vecinal que se vive desde su llegada al barrio.

P: ¿Son ustedes unos delincuentes?
— Puede haber algo de delincuencia pero porque tenemos que buscar dinero. Buscamos trabajo y casa pero está imposible. Al final todos pecamos, cada uno de forma distinta, pero no queremos hacer daño a nadie.

De forma habitual allí viven unas ocho personas de distinta nacionalidad, son todos muy jóvenes. El lugar que ahora habitan lo han autodenomino como ‘el Caserío'. En la sucursal tienen repartidas varias habitaciones, un comedor, un baño que está en obras y una zona de cocina con una pequeña terraza. Las paredes están repletas de papeles con frases que ellos mismos han escrito. Desde la entrada el olor a cannabis es más que evidente y los ojos de algunos de ellos son delatores.

Y droga, ¿venden?
— No. Esto no es un punto de venta de droga. Aquí hemos venido a vivir porque dormíamos en la calle.

Alberto, así se hace llamar el representante de estos individuos, anima al resto de convivientes a dar su opinión. Algunos se toman la conversación muy en serio, mientras otros no pueden evitar reírse y hacer gestos a la cámara que son reprimidos por sus compañeros. Durante la entrevista, en una de las habitación cercanas al salón se ocultan tras una cortina otros jóvenes. Algunas de las personas que frecuentan este local son menores de edad.

¿Suelen hospedar a menores?
— A veces hay algunos menores. Por un motivo u otro. Los hay que tienen problemas con sus familias y se quieren independizar. A otros no les gusta como les tratan en el centro de menores y lo abandonan.

«No somos santos, pero nos tenemos que buscar la vida de alguna forma»
Aunque el local no está impoluto, tampoco destaca por ser un lugar sucio. Los jóvenes se encargan de mantener un cierto orden en las zonas comunes.. A. SEPÚLVEDA.

¿Y como empezó todo?
— Esto lo abrieron unos amigos que ya no suelen venir por aquí. Fue en diciembre del año pasado. Al principio se utilizaba para pasar el rato y no estar en la calle pasando frío. Más tarde algunos de nosotros que nos habíamos quedado sin casa lo empezamos a utilizar para dormir. A partir de allí nos fuimos organizando y repartimos las habitaciones.

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Desde que estas personas entraron en ‘el Caserío' a vivir la zona se ha convertido en un punto caliente. Peleas, fiestas, hurtos, gritos, amenazas a los vecinos. Las intervenciones policiales en son algo ya habitual en esta calle palmesana. Los vecinos se muestran muy indignados con la situación y la crispación en la avenida San Fernando va en aumento. De hecho, el tema ya ha desembocado en algunos episodios de mucha violencia. Recientemente un vecino de la zona dio una paliza a unos de los moradores de la okupa después de que este pegara y robara una chaqueta a su hijo pequeño a la salida del instituto.

Los vecinos dicen que no pueden más.
— La solución de los vecinos es que nos vayamos. Pero eso no es la solución, nosotros tenemos derecho a vivir en algún sitio. A veces nos atacan, han tirado piedras al local. Nos gustaría llevarnos bien con ellos. ¿Quién quiere seguir viviendo aquí? Nadie. Todos querríamos tener una casa pero no tenemos casi ni para comer. Mientras ustedes dicen que teníamos lujos, aquí estábamos pasando hambre.

Sobre los lujos, aquí tenían una piscina.
— En pleno verano recogimos una piscina de plástico de la basura. La montamos en la entrada pero estaba rota. No la llegamos ni a llenar y como teníamos la puerta principal abierta por el calor los vecinos hicieron una foto. Antes podíamos jugar a una ‘Playstation' antigua para pasar el rato pero ahora no podemos ni hablar con nuestras familias ya que han vuelto a cortar la luz.

Estaban enganchados a la luz de la finca que tienen al lado.
— Sí, pero eso dura muy poco. Cada dos semanas vienen y lo quitan. Algunos de nuestros compañeros decían de volver a engancharnos pero no queremos más problemas con los vecinos. Al final queremos vivir tranquilos. Hemos comprado un generador eléctrico entre todos. Si tenemos luz prometemos no molestar a nadie.

Por lo que se puede observar en el interior no parece que los okupas tengan la intención de abandonar el lugar próximamente. A pesar de la presión policial, que ha aumentado durante los últimos meses, los moradores del ‘Caserío' continúan con sus proyectos para ir mejorando la que ahora es su vivienda. En el baño, donde se encuentra el generador eléctrico, también hay material de construcción. Hace quince días la Policía Nacional arrestó a tres individuos de este lugar después de que robaran material de una obra.

¿Han trabajado o tienen trabajo?
— Algunos de nosotros sí que hemos trabajado recientemente. El problema es que no tenemos trabajo fijo y al final para vivir en una casa normal es necesario. Ustedes saben como están las cosas en Palma y la vivienda está muy complicada.

La charla en los sofás de la sucursal okupada de San Fernando llega a su fin. Aunque el relato que cuentan los okupas es conciliador, la situación que se vive en este punto de Palma parece no tener una solución que deje satisfecha a todas las partes. El equipo de Ultima Hora abandona el antiguo banco ante la atenta mirada de algunos vecinos que observan temerosos cualquier movimiento en la sucursal.

El apunte

Los vecinos exigen medidas inmediatas para desalojarlos

Para los vecinos de la avenida San Fernando la única solución posible es un desahucio. Aunque algunos de los okupas parecen ahora interesados en buscar una posible vía de dialogo muchos de los vecinos de esta zona ya dan por cerrada cualquier opción que no conlleve la salida de estos jóvenes del local. Según afirmaba este pasado viernes el presidente de la comunidad de vecinos contigua al local, Francisco Guerrero, «se han pasado líneas» que nunca se deben traspasar y que no tienen vuelta atrás. Lo decía en referencia a algunas amenazas de muerte que los okupas han proferido sobre algunos vecinos. Sobre estas actitudes, los moradores de la sucursal explican que son fruto de la tensión y de la presión a la que están sometidos por vivir allí. Sin embargo, las peinetas y los insultos a los curiosos es algo recurrente.