Las niñas Anna y Olivia tendrán para siempre un hueco en la memoria de Santa Cruz de Tenerife, que a partir de este martes luce una escultura en su honor, a la vez que un mensaje de "no rotundo" a la violencia vicaria. | Miguel Barreto

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Las niñas Anna y Olivia tendrán para siempre un hueco en la memoria de Santa Cruz de Tenerife, que a partir de este martes luce una escultura en su honor y un mensaje de «no rotundo» a la violencia vicaria. Al acto de descubrimiento de la escultura, encargada por la Fundación Diario de Avisos al artista Julio Nieto y cedida a la ciudad, ha asistido la madre de las pequeñas, Beatriz Zimmermann, quien ha expresado su agradecimiento a todas las personas implicadas en la búsqueda de sus hijas, presuntamente asesinadas y arrojadas al mar por su expareja.

Zimmermann también ha agradecido el homenaje permanente a sus niñas y ha calificado de «milagro» el hallazgo del cadáver de la mayor, Olivia, precisamente el día de su onomástica, el 10 de junio de 2021. Un hallazgo que permitió cerrar prácticamente un caso que conmocionó a toda la sociedad española y puso en el foco el fenómeno de la violencia vicaria, la ejercida sobre una hija o un hijo para hacer daño a la pareja.

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El autor de la escultura, Julio Nieto, ha explicado, visiblemente emocionado, que ha sido un trabajo «duro», al que se ha dedicado plenamente en los últimos seis meses, y que en él ha pretendido reflejar una «mirada alegre», la de Anna y Olivia, que se tocan levemente las manos en un gesto «de complicidad, de confianza», y también de «inocencia infantil». Nieto ha agradecido a Beatriz Zimmermann «la gran lección» que ha dado a todo el mundo por su «entereza» y su «forma de afrontar algo tan fuerte» como el crimen de sus dos niñas presuntamente a manos de su padre. El acto ha estado amenizado por el coro de voces blancas de Santa Cruz, que ha interpretado el «Aleluyah» de Leonard Cohen y «Cuídame», de Pedro Guerra.

A su conclusión, el público asistente ha aplaudido a Beatriz Zimmermann mientras se dirigía a la furgoneta que la llevó hasta la avenida marítima de Santa Cruz con el bebé que ha tenido con su actual pareja. Según la reconstrucción policial y judicial del caso, todo sucedió el mismo día: la supuesta desaparición de padre e hijas y el asesinato de las niñas y el posterior suicidio del progenitor, pero hasta que no fue hallado el cuerpo de Olivia en el fondo del mar transcurrió mes y medio de angustia y desesperación de una madre, y de una búsqueda sin descanso por tierra, mar y aire.

El padre, Tomás Gimeno, debía entregar a las pequeñas aquel 27 de abril de 2021 tras pasar la tarde con ellas, con arreglo al régimen de visitas que había acordado con su expareja. Por teléfono, excusó su retraso en que estaba cenando con las niñas, cuando en realidad estaba perpetrando un plan preconcebido: asesinar a sus propias hijas y arrojarlas al mar antes de desaparecer sin dejar rastro. Según la tesis de una de las juezas que instruyó la causa, lo hizo para causarle a Beatriz Zimmermann «el mayor dolor», dejándola de por vida con la incertidumbre sobre «la suerte o destino» que habían sufrido las pequeñas.