Lobo de mar. Miguel Félix Chicón tiene una amplia experiencia en el mar y recuerda que antes de salir a navegar en cualquier tipo de embarcación siempre hay que consultar la información meteorológica para estar al corriente de los posibles cambios del tiempo. | Jaume Morey

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Nació en 1960 en Tánger, en una familia de pescadores. Miguel Félix Chicón, en sus años mozos, veía cruzar los barcos por el estrecho de Gibraltar y las puestas de sol en Cabo Espartel, el punto más noroccidental de África. Su destino, pues, estaba escrito. El mar iba a ser su vida. En 1994 aterrizó en Salvamento Marítimo de Palma y dos años después fue nombrado jefe. Hasta el día 1 de este mes, que se ha jubilado.

¿Cuándo llegó a Mallorca?
—En 1975, y aquí estudié Náutica. Luego me fui a Barcelona y después empecé a navegar, en barcos grandes. Como oficial y capitán navegué en buques petroleros y frigoríficos por muchos países.

Conocerá medio mundo.
—Bueno, he estado en muchos sitios. Viajé, por ejemplo, a la extinta Unión Soviética y recuerdo que estuve en Jersón, que precisamente ahora es territorio ucraniano y está en guerra. Debía ser el año 1982 y era precioso.

No todo el mundo puede decir que ha estado 26 años de jefe.
—Empecé de controlador en 1994 y dos años después me ascendieron a jefe. Debo ser el más longevo de Palma. Controlamos 28.000 millas cuadradas del mar, lo cual no es poco.

En todos estos años habrá atendido muchísimas emergencias marítimas.
—Pues sí, no llevo la cuenta pero pueden ser más de 10.000 emergencias. Pero los tiempos han cambiado mucho: antes, en 1994, teníamos una media de 250 emergencias, ahora, en cambio, son unas 650 incidencias al año. La población ha aumentado mucho y la navegación, sobre todo en julio y agosto, se dispara.

¿Cuáles son las principales emergencias que atienden?
—La mayoría son de tripulantes que se quedan a la deriva por averías. Son emergencias sencillas de solventar. Hay fallos mecánicos, el timón sin gobierno, manguitos que se rompen, falta de combustible... En tierra, si el coche se te para, llamas a una grúa y arreglado. En el mar no es tan sencillo.

¿Qué caso recuerda con más viveza?
—Quizás el de un velero de nombre Beethoven II, con dos tripulantes, que salió de Menorca hacia el Mar Menor. De madrugada, a finales de septiembre, llama una persona que hablaba raro y que contaba que habían embarrancado en Cabrera. Nos movilizamos y, en efecto, contactamos con ese señor, que resulta que era sordomudo y que explica que su compañero había desaparecido. La última vez que lo había visto a bordo había sido en Portocolom, a las 20,30 horas. Luego se había ido a dormir. Imagínese la zona tan amplia en la que teníamos que buscar.

¿Apareció?
—Sí, al amanecer lo encontró con vida un llaüt. Después pude hablar con el náufrago y me contó que estaba en cubierta, sin chaleco, cuando fue a ajustar la génova y la vela se hinchó por el viento y de un golpe lo tiró al mar. Él vio cómo el velero se alejaba, a cuatro nudos. No había luna. No podía avisar a nadie y vio luces a unas 9 millas, que debía ser Portocolom. Empezó a nadar, pero a las cuatro de la madrugada se agotó. Ya no tenía fuerzas. Las medusas le habían picado por todo el cuerpo y sufría hipotermia.

¿Cómo sobrevivió?
—Pues porque de repente vio, a lo lejos, el foco de nuestro helicóptero y pensó: «Me están buscando». Aquello fue una inyección de adrenalina para él y pudo aguantar hasta las siete de la mañana, cuando lo encontraron.

El incendio en el ferry ‘Sorrento’, en 2015, fue un momento crítico para ustedes.
—Sí, llevaba 149 personas a bordo y hay que decir que la evacuación fue perfecta. Había, recuerdo, una capitana española, aunque no estaba al mando. Llamamos a dos barcos cercanos para la evacuación y quedaron dentro seis tripulantes, que se fueron al castillo de proa. Tres de ellos se lanzaron al mar y los otros tres fueron rescatados por el helicóptero. La obsesión era saber si faltaba alguien, si había desaparecidos. Luego confirmamos que no.

Si se hundía el buque hubiera sido un desastre medioambiental.
—Sí, recuerdo que vino la ministra, Ana Pastor. El Sorrento llevaba 750 toneladas de fuel. Decidimos, entonces, no tirar agua al fuego para no comprometer la flotabilidad. Hicimos cálculos y si se hundía el vertido afectaría a toda la Serra de Tramuntana. El fuego estaba encima de la línea de flotación y el resto de compartimentos estaban cerrados. Decidimos trasladar desde Andratx grandes cantidades de líquido espumógeno, para sustituir el agua de las mangueras y enfriamos el barco con spray de agua, pero no a chorro. Al final, por fortuna, no se hundió.

¿Es peligroso el mar Mediterráneo?
—La mar es un medio muy hostil, pero no es peligroso si sabemos qué hacer. En todo caso, si hay mala mar mejor no salir.