Un joven ha fallecido y 40 personas han resultado heridas. | Reuters

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El sonido de las ambulancias acalló a las cuatro de la mañana el del «techno» que dominaba el recinto del Medusa Festival, donde el vendaval y el polvo había desconcertado primero y cegado después a miles de jóvenes tras una tormenta seca e infernal que les ha marcado ya para siempre. «¡Esto no es el Medusa, es la película de Jumanji!», gritaban muchos de ellos recordando el caos provocado por un juego maldito que desataba tempestades, liberaba animales y causaba desastres desde la jungla. Pero no era una película, estaban junto a la playa de Cullera y esa tormenta dejó un muerto y cuarenta heridos.

Los «meduseros» esperaban esta edición como agua de mayo pero esta madrugada se marcharon del festival, desalojados por las fuerzas de seguridad, entre lágrimas y muy descontentos con la organización, mientras el camping, con capacidad para 12.000 personas, quedaba sin desalojar pero ofreciendo una imagen de desbordamiento y descontrol. Los jóvenes se encontraban en pleno auge de la primera jornada grande del festival cuando a las cuatro de la mañana notaron cómo unas gotas de agua y el viento cálido de poniente les impedía ver lo que tenían ante sus ojos, sin llegar a imaginarse que acto seguido se desprendería parte del escenario principal, el letrero de los baños de pago, de la noria y de una de las barras de bebida.

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Además, el apagón durante el transcurso de la actuación del DJ Yellow Elow y Brian Van Andel les convenció de que algo no iba bien y empezó a cundir la alarma entre los asistentes. Las ambulancias comenzaron a llegar y las lágrimas y los gritos de desesperación proliferaban entre jóvenes que se percataban de que alguno de sus amigos se encontraba debajo de los carteles que se habían desprendido. La noria -uno de los reclamos más vistosos de la edición de este año- se paralizó, al igual que el resto de actuaciones que estaban en directo en los otros escenarios, mientras empezaban a formarse aglomeraciones en torno a los heridos. Los equipos sanitarios no daban abasto; allá donde miraras había equipos del SAMU haciendo reanimaciones cardiopulmonares, entre otras actuaciones, a los afectados, y los equipos de la Guardia Civil actuaron rápidamente pidiendo «por favor» que se desalojara el festival.

Pero no todo fue sobre ruedas, pues miles de jóvenes invadían las calles del recinto interno del festival por el nerviosismo que les causaba la situación, impidiendo el paso a las ambulancias y generando más tensión entre las fuerzas de seguridad. Los asistentes se encontraban desconcertados y no sabían qué hacer; a quienes estaban alojados en el camping se les obligó a que se fueran a sus tiendas, pero muchos de ellos se encontraron con la sorpresa de que se les habían volado y no tenían dónde estar, y muchos aún están esperando una respuesta por parte de la organización.

Además muchos de ellos no pudieron contener su impotencia, se mostraban descontentos y aseguraban que la organización se había centrado demasiado en los pinchazos -el principal foco del gran despliegue de seguridad de este año en busca de jeringuillas, pinchos y sustancias químicas- y había dejado a un lado la seguridad de las infraestructuras del recinto. Y también se les oía gritar: «¡Esto no es el Medusa, esto es Jumanji!», «¡estar tres años esperando para que ahora cancelen el festival!» y, sobre todo, «¡menuda organización de mierda!».