Una decena de expoliadores acechan en los yacimientos sumergidos en Mallorca, para vender las piezas en Europa y EE.UU. | Redacción Sucesos

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Son casi invisibles y muy desconfiados. Y no negocian nunca con desconocidos. En Mallorca hay una decena de cazatesoros que se dedican a expoliar los pecios sumergidos, en busca de ánforas, cerámica, monedas, anclas o restos de barcos de hace más de 2.000 años. Para contenerlos, la Guardia Civil tiene un equipo especial formado por miembros de los GEAS, Servicio Marítimo y el Seprona que actualmente ha blindado 50 yacimientos sumergidos en la Isla.

La riqueza arqueológica subacuática en Mallorca es casi única en el Mediterráneo. Comparable a la de Sicilia o Córcega. Todo un tesoro y también un reclamo para los expoliadores profesionales. «Hay de dos tipos: el doméstico y el organizado. Es un mundo muy oscuro y cerrado. Tienen medios técnicos muy avanzados, conocimientos y, sobre todo, contactos.

Herméticos

Serían algo así como las tríadas chinas, que son herméticas. Pero todavía más que los asiáticos. Solo trabajan con conocidos y no negocian con ajenos. Sus tesoros los venden a europeos y americanos, principalmente», cuenta un alto mando de la Guardia Civil de Palma, que dirige la unidad anti cazatesoros.

El patrimonio sumergido mallorquín es tan grande como histórico. Siglos de rutas comerciales yacen a relativamente pocos metros de profundidad. Hay pecios que solo conocen los esquilmadores, que poco a poco los van desvalijando. Pero con los catalogados la cosa cambia. Hay 50 en Mallorca, la mayoría entre Palma, Cabrera, la Colònia de Sant Jordi y la costa hasta Cala Rajada. También en Alcúdia y Pollença. O Calvià. Esconden restos de embarcaciones fenicias, griegas o romanas, entre otras civilizaciones que surcaron el Mediterráneo. «En aquella época, un accidente en el mar es como hoy en día un accidente de coche. Había muchos y las naves se hundían, irremediablemente», cuenta el mismo jefe policial, para explicar la inmensa riqueza patrimonial de los fondos marinos mallorquines. En ese medio centenar de cementerios de la historia es donde la Benemérita ha diseñado un sistema de altísima protección.

Vigilancia diaria

A diario, los GEAS (Grupo Especial de Actividades Subacuáticas) realizan inmersiones en las zonas señalizadas, para confirmar que no falta nada. Que todo está en su sitio. Una inmersión requiere un mínimo de cinco agentes: cuatro bajan y otro se queda en el barco. Nadan siempre en parejas, de dos en dos.

Los buzos pueden descender hasta cincuenta metros con botellas de aire. Si la bajada es muy superior, pueden recurrir a la élite de los submarinistas, la llamada VAS, cuya base está en Madrid. Estos profesionales pueden sumergirse casi hasta 100 metros con botellas, sin escafandras. Hay 17 GEAS en Baleares, nueve de ellos en Mallorca. Pero no están solos: la cobertura en la superficie se las da el Servicio Marítimo de la Guardia Civil, que cuenta con diez embarcaciones, entre buques de altura, medios y ligeros, así como con medio centenar de efectivos. Y, a su vez, hay una tercera unidad que da a apoyo a las otras dos señaladas: el SEPRONA (Servicio de Protección de la Naturaleza), que es quién persigue a los delincuentes expoliadores.

Las mafias que se dedican a saquear el patrimonio subacuático suelen trabajar en invierno. El motivo es que en verano hay muchas embarcaciones y bañistas en el mar, y las posibilidades de ser descubiertos es más alta. La pandemia y las restricciones, en cambio, han modificado el panorama desde el año pasado. Y los investigadores temen que con las penurias económicas algunos aficionados intenten saquear pecios, para sacarse un dinero.

Penas bajas

En este sentido, la Guardia Civil se encuentra con un problema añadido: la penas contra los expoliadores son bajas, casi ínfimas. Y las multas tampoco inspiran mucho temor. Así que solo hay una forma de contenerlos: con patrullas diarias alrededor de los yacimientos. Los principales compradores de este mercado negro internacional son europeos y norteamericanos. Normalmente tienen un alto poder adquisitivo y suspiran por decorar sus lujosas casas con ánforas que en su día transportaron garum, la salsa favorita en la antigua Roma de Tiberio o Nerón. Y apropiarse, sin escrúpulos, de un trozo de la historia mallorquina. Los nuevos piratas del siglo XXI.