Pedro Ferrer a la entrada de la finca de su familia, Can Panxeta, que lleva tres semanas ocupada por cuatro intrusos. | M. À. Cañellas

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«Esta finca es nuestra, la hemos comprado por 2.000 euros». Con esta desfachatez, cuatro okupas se negaron a salir de la finca de Inca que han invadido ante la Policía Local y la Guardia Civil, que acudió para intentar desalojarlos.

Uno de los propietarios de Can Panxeta, Pedro Ferrer Rigo, contó a Ultima Hora que la familia está desesperada porque, tres semanas después de la ocupación, se sienten impotentes: «Esto puede durar meses, y mientras tanto nos quedamos sin la finca y le pagamos el agua, la luz y la electricidad. Esto es de locos».

«Fue el viernes 27 de noviembre. Me llamó un vecino, que también es primo mío, y me dijo que había gente en la finca que nos dejó mi difunto padre», contó el pensionista de Inca, de 60 años.

Finca rústica

La finca está ubicada en el camí vell de Inca a Pollença y los cuatro hermanos y sus familiares la visitan a diario. El día de la ocupación, de hecho, la hija de Pedro fue a recoger naranjas por la mañana y no estaban allí los intrusos: «Ahora quieren hacer creer que llevaban una semana en la casa, pero es falso».

Pedro y su familia, nada más saber que la finca había sido invadida por las dos parejas, acudieron a Can Panxeta, pero los nuevos ocupantes no les dejaron acceder. Habían roto una cadena para entrar y ante la Policía Local insistieron en que habían comprado la propiedad por 2.000 euros.

«’Vamos a ver, ¿A ti te parece que esta finca vale 2.000 euros?’, le preguntó un municipal a uno de los okupas cuando escuchó lo que decían. Es que encima nos toman por tontos y no podemos hacer nada», se quejó el jubilado mallorquín. Durante ese tenso encuentro, Pedro perdió los nervios: «Me enfadé mucho porque lo que está pasando no es normal. Entran en nuestra finca y no pasa nada. Nosotros, la familia, hemos de seguir pagando las facturas y no podemos cortarles la luz, porque nos dicen que es peor. ¿Pero esto qué es? Esto no tiene ni pies ni cabeza». Los okupas denunciados son dos marroquíes, una mujer de Selva y otra española, que ya se consideran los nuevos dueños de la casa: «Incluso han movido el tractor de la entrada».