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No dejan de sorprender las actitudes de algunos en mitad de la cruda segunda ola de la pandemia de coronavirus en España. La última proviene de un territorio como Navarra, uno de los que sufren una peor evolución de la enfermedad en las últimas fechas, y sometido como otros a duras restricciones sociales y económicas.

Aunque para algunos el toque de queda o el cierre de los bares no representa mucho problema. Son los que llevan la fiesta a cuestas, incluso a un lugar santo como una ermita. Vean si no el botellón en el que irrumpieron los agentes de la Policía Foral de Navarra en la ermita del Perdón.

Según denuncian los propios agentes navarros en las redes sociales, una veintena de universitarios alquilaron varios taxis para desplazarse hasta ese lugar. Al sorprenderles los policías algunos emprendieron la huida a la carrera por el monte. Los que no pudieron escapar fueron denunciados por incumplir las obligaciones en materia de prevención de los contagios de la COVID-19.

«Ya no nos quedan calificativos», sentencian los garantes del imperio de la ley en un complejo y convulso momento en el que algunas actitudes irresponsables no ayudan.