El antiguo testigo protegido, el miércoles en el TSJB. | Alejandro Sepúlveda

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Daniel Corral (Oviedo, 1976) alternaba trabajos de temporada con otros más estables de camarero, recogevasos o en el sector sanitario hasta que un día entró por la puerta de la Policía Nacional y salió transformado en el testigo protegido 29. Durante dos años pasó por platós de televisión y denunció tantas cosas que al final, la policía descubrió en un informe que mintió en muchas de ellas. Pero ni un paso atrás: esta semana aseguró ser víctima de un complot al declarar como investigado en el TSJB. Conspiración hay una seguro y los informes policiales contienen datos que apuntan que él es uno de los muñidores.

Su biografía hasta el 9 de marzo de 2017 es la de un asturiano que llega a la Isla con poco más de veinte años y, desde entonces, alterna trabajos sin dejar una gran huella en ningún lado.

El testigo protegido aterrizó en Mallorca a principios de siglo. Se le sitúa en hoteles de Santanyí trabajando en verano como ayudante de camarero. Dos años al menos. De ahí pasa a Palma. Empieza a trabajar en Tito’s en torno al 2007, contratado por el maître, Arturo Segade, al que luego llevó a prisión. Su puesto fue el de recogevasos, un escalón bajo. Ayuda a los camareros y no toca dinero. Antiguos empleados han apuntado que no se relacionaba mucho con los demás, que provocaba problemas. Uno de esos líos hizo que fuera despedido: comenzó a cruzar denuncias con otro trabajador. Éste ha declarado que le pilló a las cinco de la mañana hurgando en la cerradura de su casa y que terminó denunciándole una y otra vez.

Tras ese despido, entre 2010 y 2015 vive una temporada en Madrid. En una ocasión denunció que le robaron un bolso y, cosa curiosa, llevaba tres teléfonos móviles encima, todos de tarjeta. Regresa a la Isla y alterna pisos y compañeros de alquiler: dos de sus caseros terminaron denunciados, uno de ellos detenido. También le pasó lo mismo a tres de los compañeros que le realquilaban habitaciones: les denuncia por amenazas, por agresiones o por enviarle mensajes amenazadores al móvil.

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A su vuelta a la Isla convivió unos meses con un joven rumano al que había conocido años antes y con el que coincidió más tarde en Tito’s. A finales de 2015, el joven -Adrian- le echa de casa para que entre a vivir en ella su novia. A partir de entonces, Corral comienza a llamar de forma insistente a la policía para denunciar de forma anónima ruidos en el piso de Adrián, peleas, malos aparcamientos. Así suma 134 llamadas al 091 en dos años. A su vez, Adrian comienza a denunciar un acoso por parte de Corral.

La situación se mantiene hasta que en marzo de 2017 aparece delante de un policía del Grupo de Blanqueo: habla de sexo y orgías en Tito’s. El agente lo celebra: «Creo que esta declaración llega en el momento perfecto: polis, droga, Cursach, todo unido y enlazado». Ese mismo día pone la primera denuncia contra Adrian y su entorno que afirma que son los sicarios que le persiguen. Así se suceden detenciones, ingresos en prisión y condenas. Es el testigo que siempre denuncia agresiones que sus escoltas nunca perciben. Dice que le han roto las costillas: el médico que vio las radiografías declara que no tenía nada.

Durante dos años, Corral pasa casi a diario por los juzgados de Via Alemania. Se reúne con Penalva y Subirán, pone denuncias en cada juzgado de Palma. Cualquiera que haya cuestionado o dudado de su versión es susceptible de recibir una denuncia. Sigue. Esta semana cargó contra los policías que le han investigado, los fiscales que están en la causa y algún juez que pasaba por ahí. Todo un complot.

Penalva y Subirán temían en una conversación, tras otra de sus denuncias, que le tomaran por loco. Un testigo explicaba que nunca descompone el gesto, que no muestra dudas aún contando el episodio más inverosímil. «Porque sabía que hablaba de mí y que lo que decía era mentira, pero si no, igual lo creo». Igual él sí se lo cree.