El testigo 29 trabajó como recoge vasos de Tito’s, aunque dijo que era camarero de la sala VIP. | Alejandro Sepúlveda

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El testigo 29 del ‘caso Cursach’ consiguió con sus más de 60 declaraciones y denuncias el ingreso de cuatro personas en prisión preventiva. De ellas, dos fueron condenadas, uno absuelto y otro nunca fue juzgado por esos hechos. El informe policial que disecciona el comportamiento del exrecogevasos de Tito’s ha encontrado pruebas de que esas condenas se basaron en datos falsos manipulados por el testigo y asumidos con fervor por el juez instructor, Manuel Penalva y el fiscal Miguel Ángel Subirán.

Ambos veían confirmada su tesis: si un testigo había sido golpeado por sicarios es que había una mafia. El problema ahora es que esas agresiones se demuestran falsas. Estas son las cuatro principales víctimas del testigo, además de las decenas de policías locales señalados.

Adrian Ionel Vernicianu

Adrian conoció al testigo 29 cuando ambos trabajaban en Tito’s. Se hicieron amigos y llegaron a vivir juntos unos meses. La policía concluye que el 29 «se obsesionó» con Adrián y comenzó a perseguirlo un año antes de entrar en el ‘caso Cursach’. 132 llamadas a la policía para acusarle de violencia de género o de robos. Todo hasta que el 6 de marzo de 2017, con Cursach ya detenido, el 29 declarara por primera vez. Ese mismo día ya comenzó a sembrar sospechas en torno a Adrian y a cualquiera en su radar. «Ansia de mal», califican los inspectores de policía. A partir de ahí le denuncia por agredirle, amenazarle y así en más de una decena de ocasiones. Adrián es detenido dos veces, ingresa en prisión y finalmente, es absuelto. Fue el último en llegar a juicio. Para la magistrada, sus relaciones previas con el 29 y el número de llamadas entre ellos fueron suficientes para sembrar dudas de que fuera un sicario. Los otros dos juzgados antes tuvieron peor suerte.

Florian Puscasiu

Hermano de una antigua novia de Adrián, con la que también se obsesionó el 29. Éste declaró que fue una de las dos personas que le abordaron en el aparcamiento de su casa y le dieron una brutal paliza. Fue condenado a tres años y dos meses, en una sentencia que es firme. La policía ahora ha descubierto dos datos que desmontan esa paliza: cuando el 29 llamó para pedir ayuda dijo que le acababan de pegar en su casa, sin embargo, en ese momento estaba a casi a tres kilómetros de allí. Más grave: dijo que le pegaron y le rompieron las costillas. Sin embargo, una semana antes había sufrido una lesión en esa zona en un accidente de tráfico que ocultó durante la investigación. Nadie le golpeó.

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Marian Ciprian Sabau

Amigo de Adrian, llegó a Palma el 26 de febrero de 2017, antes de que se produjera la detención de Cursach. Ha cumplido dos años de cárcel por amenzar al 29. Sin embargo, dos de las llamadas del testigo que sirvieron como prueba en el juicio se han comprobado ahora que no se hicieron desde su casa. También que el 29 sabía perfectamente quén era Marian porque espiaba el Facebook de Adrian. La policía resume: «Parece poco lógico que un sicario que llega a la Isla anuncie su presencia en las redes».

Arturo Segade

Antiguo jefe de sala de Tito’s, el 29 le denunció como el supuesto enlace de los rumanos con el grupo. Estuvo más de un mes preventivo y más tarde un año expulsado de Mallorca por orden judicial entre mensajes de whatsApp de los policías de Blanqueo: «Yo haria responsable al puto viejo vicioso». Sin embargo, Segade nunca fue juzgado por esos hechos y la propia Fiscalía pidió que se sobreseyera esta subtrama para él.

«Soñaba que un cocodrilo le mordía y le obligaba a hacer el mal»

«El 29 me confesó que no sabía por qué hacía todo ese mal, que había algo que le dominaba y le hablaba. En ocasiones se despertaba soñando que estaba atado y que una dentadura de cocodrilo le mordía la espalda y le obligaba a salir a hacer el mal». Una década antes de hacerlo con Adrian, el 29 persiguió de forma reiterada a otro joven al que había conocido.

Durante más de un año le siguió, le destrozaba cosas en la casa y le denunciaba de forma anónima. Así hasta que, una madrugada, este joven oyó ruidos y abrió la puerta de su casa. Se encontró con el 29 que metía agujas en su cerradura y que le dio esa explicación para la situación de acoso: la mordida del reptil. Durante el ‘caso Cursach’ se hizo un análisis psicológico de este testigo que se limitió a señalar que padecía una situación de estrés por la persecución que vivía. El primer acosado por el 29 ha declarado ahora ante la policía.