La patrullera y el Servicio Marítimo llevan un estricto control de los pescadores y de las embarcaciones que se mueven por el litoral. | Alejandro Sepúlveda

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Vigilados por aire

«Equipo Cóndor para H20 (Sala del 091). Estamos sobrevolando la barriada de La Soledad y hemos detectado a un grupo muy numeroso de personas celebrando una barbacoa en una terraza, incumpliendo el confinamiento». Unos segundos más tarde, varios vehículos policiales ‘zetas’ se desplazan hasta la posición marcada por el helicóptero de la Policía Nacional procediendo a la identificación de los sospechosos y levantando las correspondientes actas de sanción.

PALMA.

‘Cóndor’, es el nombre que recibe el indicativo del helicóptero del Cuerpo Nacional de Policía. Entre sus funciones se encuentra la de intervenir en la prevención, investigación y persecución de la delincuencia. Colaborar con otras unidades policiales con la función de prevenir, mantener, y en su caso, restablecer la seguridad ciudadana. Desde que las autoridades sanitarias dictaron el estado de alarma sus funciones se han multiplicado y su presencia es mucho más notoria y necesaria. Al margen las labores propias de seguridad, se ha convertido en una herramienta imprescindible para el transporte entre islas de material sanitario y de equipos de mando. Todo ello, motivado por las restricciones al tráfico aéreo y marítimo de los puertos y aeropuertos.

PALMA.

En los últimos días el helicóptero también es el encargado de alertar -a vista de pájaro- a sus compañeros de los incumplimientos que realizan algunos ciudadanos. Fiestas y barbacoas en terrazas comunitarias, clases de zumba y juegos infantiles detectadas en una conocida urbanización de Son Dureta, o concentraciones de personas sin justificación en las calles del poblado de Son Banya son algunas de las incidencias más destacadas. De hecho, en el poblado al helicóptero le llaman el ‘pájaro chivato’ contra el que no pueden luchar ni los espías que trabajan para los narcos. «Equipo Cóndor para H20. En el Portixol acabamos de detectar a un submarinista en el mar. Desplacen unidades terrestres al puerto para proceder a su identificación y sanción». En las rocas, varias patrullas se hacen cargo de la incidencia. «Nuestra unidad tiene una serie de funciones asignadas de control, vigilancia o transporte, pero desde que se decretó el estado de alarma hemos tenido que modificar algunas tareas y aumentar la seguridad ciudadana y transporte de material sanitario entre las islas. Somos una unidad a disposición de la Jefatura», comenta Eloy, inspector y piloto del ‘Equipo Cóndor’.

Vigilados por mar

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Y si la Policía Nacional nos vigila desde el aire, la Guardia Civil lo hace desde el mar. La Benemérita tiene dos armas fundamentales para blindar la costa mallorquina y evitar que algunos se salten el confinamiento: la patrullera «sa Costera» (una de las más rápidas de España) y las lanchas de los GEAS (Grupo Especial de Actividades Subacuáticas).

Ultima Hora se ha embarcado esta semana con estas unidades especializadas cuyos agentes, ahora, lucen un aspecto distinto: casi todos llevan mascarilla. Que el coronavirus no distingue uniformes. Por muy verde que sean. El trabajo de estos funcionarios es exhaustivo y garantiza que nadie (o casi nadie) se adentre en el mar sin ser cazado. Cuentan, además, con otro aliado: un espía del aire llamado «Cuco». O lo que es lo mismo, el helicóptero benemérito. Que delata cualquier movimiento sospechoso en el agua. La patrullera «sa Costera» es de la clase Rodman 55, con una velocidad de más de 50 nudos, lo que la convierte en una de las más rápidas de su categoría. Tiene capacidad para cuatro o cinco tripulantes y 17 metros de eslora, además de armamento pesado y una autonomía de 350 millas. Es la joya de la corona, pero no trabaja sola. Desde tierra, si es necesario, puede tener apoyo de patrullas terrestres.

PALMA.

La patrullera y el Servicio Marítimo llevan un estricto control de los pescadores y de las embarcaciones que se mueven por el litoral. Las lanchas de los submarinistas de los GEAS, por su parte, peinan más de cerca la costa. En Illetes, por ejemplo, interceptaron a un bañista que, con neopreno y aletas, estaba nadando hasta el islote de sa Caleta, harto del confinamiento. En el Port de Pollença un guardia civil de paisano, que volvía a casa, descubrió a una pareja de 50 años que nadaba desnuda en el mar, de noche.

Pero la presencia casi nula de bañistas o de yates y lanchas de recreo tiene su lado positivo, que ha sorprendido mucho a la Benemérita. En estas últimas semanas se han multiplicado los avistamientos de ballenas, tortugas y delfines en el mar balear, hasta extremos impensables hace solo dos meses. «Es como si estuviéramos en otra isla», contó uno de los investigadores, que recordó que antes las tortugas eran divisadas cuando quedaban enganchadas en las redes a la deriva o en los bancos de plásticos.

Los bancos de peces también han experimentado un aumento espectacular durante estos casi 50 días alejados de los humanos. Y las aguas están cristalinas, incluso en zonas históricamente contaminadas, como el port de Palma o Portopi. Los barcos recreativos arrojaban, muchas veces, enormes cantidades de basura al mar. Ahora, sin ellos, Mallorca parece Formentera. A ver cuánto dura.