Un matrimonio que reside en Palma contacta con la Guardia Civil de Tráfico para que felicite a su sobrina por su quinto cumpleaños en Balazote, un pueblo situado a 30 kilómetros de Albacete. | Alejandro Sepúlveda

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Lidia Simarro Torres tiene una enorme cicatriz horizontal en la barriga. A los ocho meses de edad informaron a sus padres desde el hospital que le quedaban dos meses de vida por una grave patología en el hígado. No le funcionaba y necesitaba un trasplante urgente. Su madre le dio un trozo del suyo en una intervención de ocho horas y media.

La niña estuvo 16 horas en el quirófano. Lidia, que vive con su familia en Balazote, un pueblo a 30 kilómetros de Albacete, cuenta que tiene un dibujo en la barriga de una montaña con árboles y un agujerito, un poco más grande, que es como una cueva con animales. La cicatriz.

Trasplante de hígado

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«Mi sobrina es una luchadora. Nació bien, pero a los 15 días empezó a ponerse amarilla. Estuvo dos meses en la UCI en Albacete y después se la llevaron al hospital La Paz, en Madrid», cuenta su madrina en el salon de su piso de Palma. «La veías y era un muñequito, no se movía», recuerda. El trasplante de hígado fue un éxito y la menor se recuperó.

El pasado 13 de abril cumplió 5 años. Su madrina, Silvia Torres, vigilante de seguridad, y su tío, Manuel Ruiz, policía nacional, residen en Mallorca y querían hacerle una sorpresa. «Íbamos a enviarle un carrito de muñecas, pero con la crisis sanitaria la tienda cerró», dice Silvia. El matrimonio buscó una alternativa. «Hablé con Ildefonso, un amigo mío de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil de Alcaraz para que le felicitaran de nuestra parte». Los agentes acudieron en dos coches oficiales a su domicilio con la canción de Cumpleaños feliz, de Parchís. La niña, vestida de rosa, corrió hacia los guardias civiles y le regalaron bolsas de chucherías, chocolatinas, un pin de la virgen del Pilar y un llavero. «Atinaron porque le llevaron Kinder Bueno, que le encanta», señala su madrina.

Lo primero que preguntó Lidia a su madre después de cenar fue: «¿Ya me puedo comer la chocolatina que me ha regalado la Guardia Civil?».