Un grupo de jóvenes, uno de ellos con mascarilla, en el poblado. | Alejandro Sepúlveda

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No ha sido la Guardia Civil ni la Policía Nacional. Ni siquiera el Ejército. Sólo el COVID-19 ha conseguido lo que durante 40 años ha sido imposible: hundir el narcotráfico en Son Banya.

Desde que el Gobierno decretó la cuarentena el poblado gitano ofrece un aspecto sorprendente: sus calles están vacías y apenas hay clientes. Algún yonki desorientado pululando por los alrededores, como mucho. El impacto económico para los narcos ha sido devastador: se ha fundido el 90 por ciento del negocio. Ultima Hora ha visitado el gueto para conocer de primera mano qué está pasando en el supermercado de la droga. El único súper al que le va mal estos días.

Lo primero que llama la atención, al margen de las calles desiertas, es que muchos de los residentes llevan mascarillas y guantes. Medidas higiénicas que chocan con las toneladas de basura acumuladas junto a sus chabolas. Un estercolero inmundo en tiempos de coronavirus. En un día normal, hace solo una semana, el poblado lo visitaban cientos de compradores, la mayoría en coches. Ahora, con la Policía Nacional, la Guardia Civil, la Policía Local y el Ejército desplegado en cada esquina llegar a Son Banya se convierte en una odisea. Incluso para los adictos, acostumbrados a hacer cualquier cosa por un gramo de coca. Que, por cierto, hasta hace poco se vendía a 60 euros el gramo. Con la COVID-19 las tarifas cambian. Y el precio baja porque hay mucha oferta y poca demanda. Pura economía. Pero el descenso salvaje de compradores en el poblado no se debe exclusivamente a los problemas que tienen para llegar hasta allí con las calles vigiladas día y noche. La aprensión de muchos visitantes les invita a quedarse en su casa. La limpieza nunca ha sido el fuerte de los clanes de la droga, así que miles de potenciales consumidores se lo piensan dos veces antes de arriesgarse. Que por el precio de una papelina te puedes llevar también el virus asesino.

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Los señores de la droga, además, están bastante enfurecidos por la competencia desleal que les ha surgido. A rey muerto, rey puesto. Y como Son Banya está ahora en la UCI, en Palma sólo hay tres grandes puntos operativos: Corea, La Soledad y Son Gotleu. Aunque también su economía es de guerra y tienen que ingeniársela para abastecer a los clientes fijos. Esos que nunca les fallan y hay que cuidar a cualquier precio. Incluso con envíos a domicilio. Un take away del hampa.

Sin distancia de seguridad ni cuarentena en casa

Son Banya siempre ha sido territorio comanche. Una ciudad sin ley. De ahí que no sorprenda demasiado que la mayoría de residentes de la zona no cumplan con la normativa por el Estado de Alarma decretado por el Gobierno. Son pocos los que se quedan en sus casas guardando la estricta cuarentena y menos los que mantienen la distancia de seguridad entre las personas.