La Guardia Civil ha practicado un registro en una finca de Lloseta en el marco de la operación Crótalo. | Alejandro Sepúlveda

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El hallazgo en junio de 82 kilos de cocaína en el interior del contenedor de un carguero en Colombia, a punto de zarpar hacia Mallorca con escala en Algeciras, fue el detonante de todo. El Equipo contra el Crimen Organizado de la Guardia Civil, en conjunto con la Policía Judicial de Algaida, arrinconó entonces a la presunta organización de narcotraficantes, formada por colombianos y españoles, que operaba a escala internacional.

La Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional de Colombiana detuvo a tres hombres en aquella gran incautación. Era cuestión de tiempo que el resto de integrantes cayeran. La banda se había debilitado sin los principales suministradores. Hace poco, un camionero que transportaba un kilo de droga oculta en el vehículo desembarcó en el Port d’Alcúdia y fue arrestado enseguida en Llucmajor. Empezó el baile. Las plegarias no bastarán. No habrá paz para los malvados. La ‘operación Crótalo’, nombre científico de la serpiente cascabel, estalla en Mallorca.

Los agentes habían asfixiado al grupo criminal y este miércoles retomaron el operativo con 12 registros domiciliarios en Palma, Marratxí, Lloseta, Cala Rajada, Madrid y Barcelona. Más de un centenar de efectivos apoyados por la Agrupación de Reserva y Seguridad de Valencia participaron en el espectacular despliegue en Mallorca que se inició hacia las 6.30 horas. Estaba amaneciendo.

Los efectivos asaltaron el degradado edificio Impala III, situado en el número 11 de la calle Joan de Saridakis, a 300 metros del Palacio de Marivent. El grito de «¡Guardia Civil!» al reventar con un ariete la puerta 6 de la décima planta podría haber despertado a todo el vecindario, pero a esas horas solo había algunos curiosos observando la actuación desde la acera de enfrente. Los guardias civiles no encontraron al sospechoso que buscaban en el interior del piso y abandonaron el edificio en fila india, perfectamente coordinados, como los Beatles en la portada del disco Abbey Road.

Minutos después se dirigieron a un cuarto piso ubicado en el número 1 de la calle Antoni Noguera. El aroma a pan recién horneado perseguía a los corpulentos guardias civiles, que iban con pasamontañas, cascos, escudos, arietes y algunos, incluso, con el subfusil Mp5 en alto. Un jubilado que presenció la actuación comentó que sabía que algún día abordarían en ese edificio en el que ondea una bandera franquista en el ático. «La cantidad de gente que yo he visto entrar aquí cada día… ¡madre mía! No era normal». El hombre contemplaba los movimientos de los supuestos compradores desde una ventana de su piso. «Tenían que vender droga fuerte, no creo que fueran porros», añade una vecina que se incorpora a la conversación matutina.

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En el complejo residencial Son Bonet, en el número 93 de la calle Antoni Maura de Marratxí, una mujer limpiaba el acceso al recinto con piscina comunitaria cuando los agentes irrumpieron. Un matrimonio, de origen colombiano, que reside en una vivienda de la primera planta del bloque 5, quedó detenido. La pareja se instaló hace dos años allí con sus tres hijos menores de edad. «Son muy religiosos, su casa era como un santuario», comenta una testigo que los conoce desde hace tiempo y se pregunta que quién se hará cargo de ellos si aquí no tienen familia. Hace unos días que el hijo mayor de la pareja, quien tiene unos 15 años, comentó que su madre se había comprado un bolso de 1.000 euros. Le resultó extraño. El comentario del adolescente y la nueva adquisición de la mujer.

Los investigadores de la Guardia Civil sostienen que el hombre detenido en Marratxí se dedicaba a la producción y distribución de cocaína con un libanés que vive en una finca rústica en el Camí de sa Clota, a las afueras de Lloseta. En el domicilio hay tres viviendas. Los agentes descubrieron un enorme laboratorio de cocaína subterráneo en una de las casas. Las piezas encajaban para el Equipo contra el Crimen Organizado y la Policía Judicial de Algaida.

El libanés también es un hombre creyente. Una crucifijo inmenso adorna la puerta de entrada al sótano de paredes blancas, con aspecto de iglú, en el que manipulaban la droga de gran pureza. Estaba todo perfectamente estructurado para la elaboración de la sustancia. No faltaba ni un solo utensilio. Había balanzas de precisión, precursores para cocinar la cocaína, sartenes, ollas, envases al vacío, focos de calor para secar la droga y hasta una Thermomix. Eran chefs de cocaína. Expertos.

Los guardias civiles, con la ayuda de los perros del Servicio Cinológico y Remonta, encontraron nueve kilos de cocaína en el laboratorio y durante el registro del chalet intervinieron cerca de 10.000 euros en efectivo, una pistola de aire comprimido, una navaja mariposa, un puño americano y numerosa documentación.

La operación, decretada bajo secreto de sumario, ha permitido la incautación de más de 90 kilos de cocaína y la detención de un total de 19 personas: tres en Colombia, 12 en Mallorca, tres en Barcelona y una en Madrid. La red introducía grandes cantidades de droga en la Isla a través en embarcaciones que zarpaban de Sudamérica. La investigación contra la banda continúa abierta.

Las plegarias de la organización no fueron atendidas. Posiblemente, tanto el libanés como el colombiano que residía con su mujer en Marratxí, actuaron «guiados por la fuerza del creyente», como canta Loquillo. Pero Dios, al menos esta vez, no estaba de su lado, sino del de la Guardia Civil.