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Uno de los hijos de un hombre acusado de malos tratos ha asegurado este martes durante su declaración como testigo de que está convencido de que tanto a él, a su hermano y a su madre les queda el tiempo de vida en que su padre tarde en salir de la cárcel y les encuentre. «Si me quedan cinco o diez años lo voy a vivir al máximo», ha dicho.

La Fiscalía pide al acusado, que tiene 50 años, una pena total de 21 años de cárcel por estos hechos que ocurrieron al menos entre 2003 y diciembre de 2017. El juicio se está celebrando desde este lunes en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Baleares.

Durante su relato, ha explicado que el «ambiente familiar era muy malo, de sometimiento continuo». «Todo el tiempo había que hacer lo que él quería, darle la razón», ha señalado. Su hermano pequeño se ha expresado en un sentido similar: «Era un ambiente hostil, de sensación de intranquilidad constante en el tiempo».

Ambos han relatado que el «miedo y el terror» eran «constantes» y han explicado también que insultaba y humillaba a su madre. Según han explicado, les amenazaba incluso con matarles a ellos, luego a su madre para que «sufriera más» y que, después, prendería fuego la casa y él se colgaría del garaje.

Los dos han contado que, en una ocasión, tras una discusión, el hombre se dirigió hacia la madre con un cuchillo y ambos tuvieron que intervenir. «Si no llego a estar ahí mi madre estaría muerta», ha dicho el hermano mayor.

El hombre está acusado también por abusos sexuales a sus hijos. Sobre estos, ambos han contado que se les solía acercar por sorpresa mientras estaban poniendo el lavavajillas y les manoseaba las partes íntimas para humillarles. Los tocamientos también tenían «carácter sexual», ha asegurado uno de ellos.

Ambos han relatado también que en un momento dado el hombre se enfadó por las malas notas que había sacado su hijo mayor y que le fue a buscar a su habitación con el cuchillo en la mano. El joven ha explicado que tuvo que poner una silla por en medio y que este la acuchilló en repetidas ocasiones. Ha contado también que después trajo una escoba para que limpiara la habitación --ya que también había roto varios cristales-- y que le metió la «suciedad» de la escoba en la boca.

Su hermano pequeño se ha expresado en términos similares y, además, ha manifestado que aunque su padre sabía que él era alérgico al polen le obligó a trabajar en el jardín y que por esto tuvo que ser ingresado por una crisis derivada de la alergia.

Para terminar su declaración, ha dicho que todavía hoy tiene «miedo a las represalias, sobre todo en el momento en que esté libre: sé que mi hermano, mi madre y yo estaremos sentenciados».

Tras ellos, ha declarado la psicopedagoga que trató al hermano menor. También se entrevistó con el padre. Según ha dicho ante la Audiencia, «era una persona cercana pero que parecía que cuando se enfadaba se enfadaba mucho».

Una psicóloga que trató al hermano pequeño por estrés ha dicho que su hipótesis para el tratamiento se centraba en que parte de este malestar se derivaba de la situación en su casa. «Cuando se adoptó la medida cautelar de encarcelamiento del padre y se eliminó esta variable de estrés su estado mejoró y se le quitó la medicación», ha expresado.

En la primera jornada del juicio, el hombre negó los hechos y aseguró que tras la denuncia --por la que lleva desde enero de 2018 en prisión-- se debe a motivos económicos. «Mi exmujer quiere dinero para pagar la universidad de nuestros hijos».

En términos generales, el acusado negó todas las acusaciones. «Nunca en la vida», repitió como respuesta en las varias ocasiones en las que fue preguntado tanto por si les había amenazado, sometido a maltratos o abusos.

Por su parte, su exmujer relató distintos episodios violentos. El primero de ellos tuvo lugar, según explicó, cuando estaba embarazada de su hijo pequeño: le clavó una percha en la pierna. También aseguró que la llegó a amenazar con un cuchillo y que, si en ese momento, no hubieran estado sus hijos «no estaría viva». «Lo físico era malo, pero el miedo y la tristeza era lo peor», manifestó.

Respecto a los abusos, destacó que su exmarido tenía «una fijación» con agarrarles el culo y los genitales por sorpresa. «Su mirada no solo era de humillación, era más libidinosa y sexual», ha dicho.

Además, la mujer negó que el motivo de la denuncia fuera económico si no que lo acabaron haciendo porque a pesar del «miedo» ya no aguantaba más.

Al acusado la Fiscalía también le pide una pena de privación al derecho de tener armas. Sobre esto, el hombre dijo que tenía tres escopetas --una de perdigones, recuerdo de su padre y dos de balines pero que no funcionaban-- y que «nunca en la vida» las ha usado para amenazar ni a su mujer ni a sus hijos.

Tanto su exmujer, el primer día, como sus hijos, han explicado que si bien con las escopetas no le amenazó sí lo hizo con un revólver. «Una vez lo dejó encima de la cómoda para que lo viéramos y supiésemos a qué atenernos», dijo.