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J.R.G.S., acusado de matar en febrero de 2017 en la localidad toledana de Mora de dos puñaladas a su mujer C.M.T.C --que presentaba una minusvalía del 85 por ciento--, ha reconocido los hechos, pero no se ha considerado culpable de ellos y ha defendido que tanto el entorno familiar de la víctima como los doctores que la trataban le ocultaron que ella, a causa de la medicación, «tenía episodios de violencia extrema».

El acusado, que conoció a Cristina por Internet y se trasladó desde su Canarias natal al municipio toledano para iniciar una relación sentimental y casarse después con ella, ha defendido no obstante que no justifica lo que ocurrió ese 5 de febrero de 2017, hechos, que ha calificado de «error garrafal», por el que merece «estar en la cárcel de por vida». «Pero las cosas no pasan porque sí», ha dicho el acusado dirigiéndose a los cinco mujeres y cuatro hombres que conforman el jurado popular que le juzgará hasta el próximo jueves en la Audiencia Provincial.

Tras admitir que en todo momento era consciente de que si tocaba a su mujer se desmayaba a causa de la enfermedad que padecía, ha insistido en que discutió con ella, aunque no recuerda el detonante, antes de ir a la cocina a coger un cuchillo y «pasó lo que tenía que pasar». «Fue un calentón del momento que no tenía que haber pasado», ha admitido.

Luego de explicar que vivía con sus suegros y su cuñada, porque la dolencia de Cristina --sufría la enfermedad de Menier o huesos de cristal-- hacía que no pudiera quedarse sola en ningún momento, ha relatado que cuando llegó a Mora la relación era buena y que empeoró cuando su suegro, que gestionaba una empresa de distribución de bebidas, se jubiló y puso la empresa a su nombre. «Pero era una ruina y me obligaba a fiar dinero a los clientes y a hacer chanchullos».

«Confabulaba --ha dicho en alusión a su mujer-- con su madre y su hermana, que son dos artistas, para que yo me fuera a Canarias y dejara a mi hija con ellos, porque se creen superiores a mi, que vengo de una familia humilde», ha denunciado el acusado, que ha admitido que tuvo ganas de marcharse y «mandar todo al traste» cuando la relación empeoró y él dejó de ir a trabajar al negocio familiar.

Aunque el abogado del acusado, que ha dicho que asumió su defensa tan solo hace un par de meses pues J.R.G.S. ha tenido varios letrados, ha avisado a los integrantes del jurado que va a insistir en que su defendido tenía depresión y cuando cometió los hechos «no era dueño de sí», el procesado ha admitido no saber por qué, de forma previa al asesinato estuvo unos 25 días ingresado, en dos clínicas psiquiátricas «porque no sabe lo que le dijeron».

Tampoco ha quedado claro si cuando sucedieron los hechos tomaba o no la medicación, pues ha asegurado que había dejado de tomarla, porque «estaba todo el día dormido, y sin ganas de hacer nada», porque su mujer y su familia política creían que «era un pelele».

En la primera sesión de este lunes ha declarado también la hermana de la víctima, que ha relatado la dureza de la enfermedad que sufrió su hermana durante casi 20 años, a la que tenían que suministrar una fuerte medicación, que en ocasiones les producía alucinaciones, para intentar paliar los intensos dolores que sufría. Apenas podía caminar, en sus peores momentos no pesaba ni 30 kilos y «para nada era violenta», ha insistido.

Ha asegurado que cuando su cuñado, al que si ha definido como violento, empezó a gestionar el negocio familiar, éste empezó a tener pérdidas y ahí vinieron los problemas de convivencia, pues él dejó de trabajar y se encerró en la habitación de matrimonio, que solo abandonaba para desayunar, comer y cenar. «Después descubrimos que tenía una línea de Internet», ha desvelado.

Tras asegurar que J.R.G.S estuvo ingresado dos veces en clínicas psiquiátricas sin que se le diagnosticara ninguna patología, ha afirmado que su cuñado dejó de tomar la medicación para la depresión porque «decía que engordaba». Dicho esto, ha añadido que las tres tentativas de suicidio que tuvo durante el tiempo en que duraron los problemas solo fueron «llamadas de atención», como determinaron los psicólogos que le atendieron.

Respecto al día que sucedieron los hechos, ha explicado que ella se fue a comprar con su sobrina y su padre a Madrid y dejó en la casa de Mora a su hijo, a su hermana y su madre.

Antes de llegar a su destino recibió un mensaje de 'Whatsapp' y una llamada de su hermana en la que le alertaba de que el acusado había cogido un cuchillo y decía que la iba a matar. Fue entonces cuando decidió regresar a Mora y llamó al 112 para alertar de lo que estaba sucediendo en su casa. Cuando llegó, su hermana ya había fallecido, ha relatado con dureza.

De su lado la madre, que presenció el asesinato de su hija. Ha relatado que el acusado, que ese día estaba «violento», estaba en su habitación, de donde solo salía para comer, cuando ella y su nieto acompañaron a su hija al baño, que estaba en dicha habitación y era el único adaptado a su discapacidad.

Sin discusión previa y cuando iban por el pasillo, el acusado salió de su dormitorio insultando a la víctima y se dirigió a la cocina a coger un cuchillo. Por miedo a lo que pudiese ocurrir, ha dicho que sacó a la terraza a su nieto y pidió ayuda a gente que pasaba por la calle.

Ha señalado que cuando volvió a la vivienda vio que su hija estaba tirada en el suelo y a su yerno clavándole dos veces el cuchillo. Después la tiró a ella al suelo, y le dijo que la iba a matar también, pero finalmente clavó el cuchillo en una mesa. Ha recordado que ella misma desclavó el arma y lo sacó a una ventana por «sí volvía» el acusado.

También ha testificado el padre de la fallecida, que ha confesado que le quería «como a un hijo» y que confiaba en él. Poco después ha asegurado que su yerno vino de Canarias «por el dinero» de su familia y que cuando empezó a gestionar su empresa «empezaron los problemas, los insultos, su mala sombra y el paripé de sus autolesiones».

Ha coincidido con su mujer y con su hija en que la fallecida no tenía estabilidad para moverse sola y que cada vez que iban al médico su yerno iba con ellos y era plenamente consciente de su estado de salud y de su fragilidad. «Pero cuando le conocí él me dijo que quería ser feliz a su lado y hacerla feliz», ha confesado el padre, que ha asegurado que nunca pensaron que el acusado iba a hacer lo que hizo.