Miembros de la Guardia Civil, Proteción Civil, Bomberos coordinan el dispositivo de rescate del niño de 2 años que ha caído este domingo a un pozo de unos 150 metros de profundidad en la localidad malagueña de Totalán. | Daniel Pérez

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Conocer el estado en el que se encuentra el pequeño, a través de una cámara, es el primer objetivo de los equipos de rescate del niño de 2 años que este domingo se cayó a un pozo de más de cien metros de profundidad en una finca privada de la localidad malagueña de Totalán. Aitor Soler, responsable de la Unidad especial de emergencia y respuesta inmediata de la Comunidad de Madrid, ERICAM, ha explicado cuáles son las opciones de supervivencia de Julen.

La situación en la que se encuentre el pequeño dependerá de una serie de factores como la temperatura del pozo de Totalán -que corresponde a la media anual de la zona-, la humedad, la estrechez y el daño que haya sufrido en la caída.

Entre las ventajas del rescate de niños frente a adultos, Soler ha comentado que «no se dan cuenta de la situación tan extrema en la que se encuentran», lo que les «ayuda a resistir», y son «más flexibles», pero son «más débiles».

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Lo principal ahora «es ver a qué profundidad se encuentra y luego comprobar si está vivo o no».

Otros rescates

El 7 agosto del año 2003, dos mineros fueron rescatados con vida después de permanecer atrapados durante más de 48 horas en una pequeña cavidad del pozo Albares, en la Granja de San Vicente (León). Para rescatarlos, los miembros de la Brigada de Salvamento del Bierzo Alto construyeron un túnel paralelo a la galería siniestrada, unos trabajos que han sido lentos y difíciles, ya que se avanzaba a metro por hora hasta completar una nueva vía de unos 30 metros de largo.

El 3 de mayo de 2010 el cadáver de un hombre de 61 años que cayó en un pozo de doscientos metros de profundidad en una zona montañosa de Zegama (Guipúzcoa) fue rescatado tras un complicado operativo. Se instalaron unas poleas, que permitieron inspeccionar con una cámara, las características de la zona antes de descender y confirmar la presencia del cadáver a unos doscientos metros de profundidad. Luego, los especialistas colocaron un dispositivo llamado «colibrí», que, mediante un torno polea, permitió bajar a un agente con una camilla tijera, mientras un grupo electrógeno iluminaba la zona alta.