Vista del descarrilamiento de un tren de cercanías en Vacarisses. | Susanna Sáez

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Un pasajero del tren de cercanías que ha descarrilado este martes en Vacarisses a causa de un desprendimiento de tierra ha relatado que durante los segundos que duró el accidente ha tenido la sensación de estar viviendo «un terremoto a lo bestia» y de «estar cayendo por un barranco».

El accidente, en el que ha fallecido un viajero de 36 años vecino de Castellbell i el Vilar (Barcelona), ha ocurrido poco después de las seis de la mañana en Vacarisses, donde un tren de la línea 4 de Rodalies, que cubre la ruta Sant Vicenç de Calders-Manresa, ha descarrilado por un desprendimiento de tierra y rocas causado, según las primeras hipótesis, por las lluvias que han caído en la zona en los últimos días.

En el accidente han resultado también heridas 49 personas, en su mayoría leves, que han sido trasladadas a diversos centros hospitalarios de Cataluña, entre ellos el hospital Parc Taulí de Sabadell o la Mútua de Terrassa.

A este último centro han derivado a Gabriel De Toro y a José Santín, dos compañeros de trabajo que viajaban en el primer vagón del tren accidentado y que han resultado heridos leves, pese a la intensidad del impacto.

En declaraciones a los periodistas, De Toro, que ha sufrido una rotura fibrilar en la pierna y un fuerte impacto en las costillas, ha asegurado que ha vivido el accidente «con mucho miedo», sobre todo porque al principio no sabía qué es lo que había pasado.

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«Era como si nos matáramos, nos hemos visto como muertos. Se ha caído la montaña, el maquinista ha frenado corriendo y ha descarrilado el tren», ha explicado De Toro, que ha señalado que una de las puertas de su vagón «ha salido volando» y ha caído en el tercer convoy.

«El maquinista ha dado un frenazo de golpe, la gente encima de nosotros, han saltado los motores del aire acondicionado, las puertas... Un disparate», ha subrayado De Toro, que ha apuntado que en este tramo de vía se producen desprendimientos a menudo y las autoridades pertinentes «deberían tomar medidas, poner redes y hacerlo mejor».

Su compañero, José Santín, ha descrito lo vivido como si hubiera sucedido «un terremoto a lo bestia, algo brutal».

«Ha habido mucha confusión, daba la impresión de que estábamos cayendo por un barranco y he dicho: 'Bueno, cuando lleguemos abajo, se acabó», ha declarado. Cuando el tren se ha detenido, Santín ha pensado: «Bueno, por los menos estamos vivos y podemos andar».

Hasta la Mútua de Terrassa se ha acercado también Antonia Molina, esposa de una de las 133 personas que iban a bordo del tren. Su marido, José Antonio Montes, la llamó a primera hora de la mañana para comunicarle que el tren había descarrilado y que lo iban a trasladar al hospital, aunque no estaba grave.

«Tiene unas vértebras rotas y lo operarán en dos o tres días, pero está mal porque cierra los ojos y se pone a llorar. Es una experiencia muy mala la que ha tenido. Cierra los ojos y ve cómo las personas vuelan, los asientos vuelan, y un hombre que tenía al lado muerto. Psicológicamente, lo veo bastante mal», ha explicado Molina.