‘El Peseta’ muestra el lugar donde sufrió el asalto. | Alejandro Sepúlveda

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«Rafa, ya he visto en la Ultima Hora que lo han cogido. Me alegro», le comenta un amigo en el concurrido bar Cupido a ‘El Peseta’, el hombre de 81 años que sufrió un brutal atraco en plena calle en Magaluf. Su agresor, un joven de 20 años, fue detenido el martes y el miércoles fue mandado a prisión por la jueza tras tomarle declaración.

Rafael Miranda ya sabe que quien le hizo pasar el peor trago de su vida el pasado 29 de septiembre está entre rejas. «Ahora solo quiero que se haga justicia. Mi familia y yo lo hemos pasado muy mal», explica mientras no paran de acercarse a él para comentar el arresto del joven atacante.

Han pasado tres semanas y su día a día ha cambiado. «Sigo saliendo, no me voy a quedar encerrado en casa, pero voy mirando para atrás por si viene alguien. Tengo miedo, es imposible olvidar lo que me hizo aquel chico. Desde ese día no soy yo», relata.

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En diez días se cumplirá un mes de la agresión que sufrió en la calle Galeón a plena luz del día y que le obligó a estar más de una semana hospitalizado. «Solo recuerdo que alguien me vino por detrás y me dejó inconsciente. A partir de ahí no sé lo que pasó». El atracador le robó 100 euros y le provocó la pérdida de parte de la lengua. «Eso no se lo voy a perdonar nunca», agrega mientras señala dónde ocurrió todo.

‘El Peseta’, como conocen todos a Rafael en Magaluf, no se explica cómo se ha llegado a esta situación en el núcleo calvianer que le acogió hace 46 años procedente del pueblo granadino de Algarinejo. «Llegué aquí con 35 años y nunca he tenido ningún problema con nadie. En aquella época Magaluf era ‘gloria bendita’ y mira en lo que se ha convertido», apunta apenado. A pesar de todo lo que ha padecido se muestra orgulloso por el apoyo que ha recibido. «Mucha gente vino a verme al hospital y se preocupó por lo que me había pasado», narra emocionado.

En el corto paseo que va desde el lugar de los hechos hasta el bar le da tiempo a acordarse de la Guardia Civil. «Son unos profesionales. Hay que agradecerles el trabajo que han hecho para detener al que me hizo esto», sostiene.

Ya en el bar, que también es administración de loterías, mira un décimo acabado en 37. «Dame este, Javi», le pide al dueño. «Es el año en que nací. A ver si me toca y olvido todo esto de una vez». Quiere pasar página cuanto antes pero no será fácil.