La mallorquina María Pujana, en Yogyakarta.

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Poco antes de las siete y media de la tarde del domingo, les sirvieron la segunda ronda de cervezas en un chiringuito de playa de la isla Gili Trawangan, en Lombok, Indonesia.
Estaban a punto de brindar por su viaje cuando el suelo empezó a moverse, de izquierda a derecha. Parecía que la tierra fuera a abrirse. «Era incapaz de dar dos pasos en línea recta», recuerda la mallorquina María Pujana, que se encontraba de vacaciones con su pareja y otros dos amigos. «La isla entera se apagó. A oscuras. Oíamos gritos de pánico, la gente salía de sus casas por las ventanas. Vi caras de horror, llorando, y gritando: «Earthquake, Earthquake!» [terremoto en inglés]. La joven se paralizó. «Solo podía llorar pensando que me iba a morir».

An aerial view of the collapsed Jamiul Jamaah mosque where rescue workers and soldiers search for earthquake victims in Pemenang

Pujana vivió el sismo de magnitud 6,9 que sacudió la isla indonesia y que hasta ahora ha dejado 259 muertos. «No podía creer que nos estuviera pasando a nosotros, joder, como en la película Lo imposible», escribió en Facebook. Sintió claustrofobia en una isla que tiene una montaña de 80 metros por encima del nivel del mar. «Esa era la única salvación. «Go to the hill, go to the hill!» [Id a la montaña], gritaban los locales. Gonzalo, la pareja de María Pujana, cogió su mano y le dijo: «’Vamos a estar bien. Corre, corre como en tu vida lo has hecho. Rápido. No pares de correr, por favor’». Ella no le soltó.

Los amigos avanzaban a voces, para no perderse y permanecer juntos. Tenían que subir a la parte más alta de la colina. La gente no paraba de gritar «¡Tsunami!». Había familias con bebés y niños que corrían creyendo que una ola gigante estaba a punto de emerger. La mallorquina subió a un árbol, a diez metros de altura. «La única solución en caso de tsunami era que por lo menos te pillase en lo más alto». Sufrió arañazos y heridas en las piernas. «No sé cómo corrí tan rápido. No sé cómo trepé ese árbol».

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Estuvieron 12 horas en lo alto de la montaña. Sin agua. Sin mantas. Sin luz. Cada 30 minutos sentían las réplicas del terremoto. Los supermercados fueron saqueados.
El lunes, al amanecer, bajaron a la playa donde estaban situados sus hoteles. Se juntaron con un grupo de nueve españoles para intentar recuperar sus pertenencias. En la playa coincidieron con más turistas y locales. «Todos queríamos abandonar la isla, escapar del paraíso».

Boats arrive at shore to evacuate people on the island of Gili Trawangan, Lombok

Desde las siete de la mañana hasta las dos del mediodía intentaron acceder a los botes. «No nos dejaban entrar en los barcos de evacuación, daban preferencia a los locales». Treparon por el lateral y consiguieron introducirse en una de las embarcaciones que les llevó a Lombok. Dos amigos les compraron los billetes de avión de vuelta a Yakarta. Cogieron un taxi para ir al aeropuerto y, de camino, vieron el horror.

FILE PHOTO - Foreign tourists pull their suitcases as they walk past damaged buildings following a strong earthquake in Pemenang

Todo destruido, un paisaje desolador. «Nos queremos volver a casa porque esto es un infierno. Lo que vivimos en Gili no se puede describir con palabras. He visto heridos y muertos, sí, muertos con mis propios ojos».