Muchos taxistas están a favor de que se autorice la instalación de cámaras de vigilancia en los vehículos. | Archivo UH

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Aunque dicen que Palma «no es una ciudad realmente peligrosa para nosotros», algunos taxistas han sufrido desagradables incidentes al volante. Tras el apuñalamiento de un taxista la pasada semana, otros conductores cuentan cómo en más de una ocasión, y en el turno de noche, se las han visto con clientes que les han agredido, amenazado y hasta sustraído el vehículo.

Este año, en Palma, ha habido ya dos agresiones importantes a taxistas. Además de la ocurrida la pasada semana, este verano otro conductor fue herido por un cliente en Son Banya.

Hablamos con una taxista, que prefiere no revelar su nombre. Ella entró en el sector del taxi hace más de diez años. Eligió la noche, aun sabiendo de sus riesgos porque «me era más cómodo, me gustaba el turno». Una noche le pararon dos chicas extranjeras, se subieron. «Me di cuenta de que iban algo bebidas. Me cambiaron la ruta en varias ocasiones, primero querían ir a Portals, luego a comer algo a Porto Pi. Al final, me enfadé y les invité a bajar del taxi. Les dije que no hacía falta que me pagaran». Con las clientes fuera del coche, pensó que el problema estaba resuelto, pero «una de ellas a través de la ventanilla me cogió del cuello, me pegó y me golpeó contra el volante». De aquel suceso hace ya unos años, hubo denuncia y juicio.

Atraco

Los taxistas «nunca sabemos a quién tenemos tras nuestras espaldas», dicen otros taxistas. Esta mujer, que dejó ya este turno, asegura que el encontronazo con aquellas turistas no ha sido el único mal trago que ha vivido. «No soy la única que ha tenido la sensación un montón de veces de que me iban a atracar», asegura. «Un día recogí un cliente en la calle Manacor, tuve esa sensación como nunca. En un momento del recorrido me paré en un semáforo. Justo a mi altura se detuvo otro compañero en ruta, al que no conocía de nada. No sé qué debió ver en mi cara, quizá miedo o que algo no iba bien. Arranqué y pude ver por el retrovisor que apagaba la luz verde y me seguía. Me acompañó hasta que llegué al destino. El cliente pagó y se bajó. Ese día estoy segura de que aquella persona me hubiera atracado, pero aquel compañero lo evitó».

Precisamente, el robo se baraja como la principal causa ahora de la agresión del taxista la pasada semana.

Protección

Ella, como otros taxistas, han optado por la mampara como medida de protección, pero «te corta el trato con el cliente» y «es cara». Otros introducen el debate sobre la instalación de cámaras de vídeo que registren la actividad en el interior del vehículo. En el caso de esta taxista la mampara tampoco le hubiera librado de una de la situaciones más surrealistas que vivió durante el turno de noche, que acabó con la sustracción del vehículo.

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«Iba por el Paseo Marítimo, llevaba la luz verde apagada porque me iba a comer algo. Me paré en un semáforo y entonces se podía fumar. Un tipo me abordó y me dijo que no fumara en el coche y me pegó un manotazo. Empezó a abrirme las puertas del coche e instintivamente me bajé a cerrarlas. En ese momento, se subió, cogió el volante y se llevó el coche. No me dio tiempo a reaccionar. Salí a llamar a un compañero que me recogió y varias manzanas más lejos encontramos el coche abandonado».

Incidentes como los que comparte esta taxista no son casos aislados. «Todo el mundo que trabaja en la noche ha vivido o le han contado historias como ésta».

Botón del pánico

La taxista entrevistada, como otros que trabajan con emisora, disponen de botón del pánico. Ese dispositivo, precisamente, «fue utilizado por el último taxista agredido. Dio la alarma a muchos compañeros que se acercaron a auxiliarle», explica Biel Moragues, presidente de la Asociación Sindical de Autónomos del Taxi de Mallorca.

«Yo en esa situación no sé si lo utilizaría. Me da pánico pensar qué podría hacer la persona que te está amenazando si oye a la central contestar...», reconoce. De la misma opinión es Biel. Él fue agredido hace unos meses en Palma también por un cliente.

«Era madrugada, llovía y me llamó en mitad del Paseo Marítimo. Entró en el taxi y me indicó que le llevará a Calanova. Enseguida me dí cuenta de que iba algo bebido. Durante el trayecto, puso varias veces los pies sobre le asiento y le dije que los bajara. Siguió con la suya y antes de llegar al destino le dije que se tenía que bajar. Me pagó y, viendo que la cosa no iba bien, le dije que le devolvía el cambio por la ventanilla. Quería evitar darle más la espalda. No me dio tiempo a reaccionar. Se metió en el asiento del copiloto y empezó a darme puñetazos en la cara».

Biel logró quitarse al cliente de encima. «Cerré el coche, su móvil quedó dentro y llamé a la policía. En ese momento me volvió a pegar, me rompió las gafas y el retrovisor». Cuando llegaron los agentes, el agresor había huido, pero «teníamos su teléfono, por lo que está identificado», cuenta.

Este taxista, que ahora mismo no ejerce, presentó un parte de lesiones y la correspondiente denuncia, y «de momento no he sabido nada más». «En mi experiencia de siete años, sólo puedo decir que Palma es una ciudad segura, pero nunca sabes quién te puede hacer algo cuando se sube». Después de aquel episodio, «viví algunos días con miedo», porque hasta entonces «sólo me había encontrado con clientes que discuten. Hay gente que se enfrenta contigo porque hemos tardado mucho en llegar o porque consideran que le has llevado por el peor camino, pero aquello fue nuevo para mí».