Imagen de archivo de un taxi de Palma adaptado para discapacitados. | Carmen Buades

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«No pretendo dar pena y mucho menos con un tema tan delicado como es el de la discapacidad, pero no hay derecho. Yo tengo 84 años y mi hija, de 54, sufre una minusvalía. Ella va en silla de ruedas eléctrica y el pasado domingo se me rompió el coche entre la calle Manacor y Reyes Católicos», comenta Catalina de la Fuente, vecina de Palma.

«Llamé a la compañía de seguros y me dijeron que no me preocupara. Ellos llamaron a Taxis Palma y confirmaron que nos enviarían un vehículo adaptado. Pasaba el tiempo y nadie venía. Eran las tres de la tarde y a más de 40 grados. Mi hija se puso muy nerviosa y yo también. Los vecinos de la zona nos brindaron su ayuda. Unos jóvenes fueron a comprar agua y pudimos beber. Nos dejaron tirados en la calle y lo pasamos muy mal. Tras reclamar el servicio en numerosas ocasiones, la respuesta era siempre la misma: los taxis adaptados están ocupados. Cuatro horas más tarde, decidimos marcharnos. Me fui con mi hija empujando la silla, cargada con tres bolsos por toda la calle hasta mi domicilio, en Joan Alcover. A las siete de la tarde me llamaron para decirme que estaban tratando de localizar un taxi. Los taxistas reciben subvenciones para adaptar los vehículos, les permiten trabajar 24 horas y se ponen a cargar turistas en lugar de cumplir con su obligación», concluye.

La mujer denunció los hechos a la Policía Local y al 112. Por su parte, Taxis Palma afirma que el domingo tenía tan solo un coche adaptado y que estaba ocupado. Además, destacan que una de sus operadoras estuvo más de dos horas tratando de solucionar el problema.