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El enfado y las dudas sobre la versión oficial llevaron hoy a los familiares de los 154 viajeros chinos del vuelo MH370 a manifestarse frente a la Embajada de Malasia en Pekín para exigir a su gobierno y a Malaysia Airlines «pruebas fehacientes» sobre el siniestro del vuelo.

«El Gobierno de Malasia debe basar sus conclusiones en pruebas más reales, no en estudios de satélites. Sin haber recogido ninguna pieza del avión ni haber comprobado nada, el primer ministro malasio debería salir a pedir perdón», explicó a Efe un hombre que aún aguarda la llegada de su madre, viajera del vuelo desaparecido el 8 de marzo cuando cubría el trayecto Kuala Lumpur-Pekín.

Las familias, que han estado más de dos semanas congregadas en un hotel de la capital china, enfurecieron hoy al suspenderse la sesión informativa que cada mañana organizaban las autoridades malasias sobre los avances de la investigación, después de que anoche Malasia les asegurara que el avión cayó al océano Índico y no hay esperanzas de encontrar a supervivientes.

«Cada día vienen diplomáticos y representantes de la compañía aérea, pero anoche ya nos dijeron que habían concluido que el avión se estrelló en el Índico sin tener pruebas concluyentes y hoy a las diez de la mañana, la hora de la reunión, nadie vino. Es un gesto irrespetuoso», manifestó en declaraciones a Efe Steve Wang, un joven manifestante.

Dudas

El grupo de familias, formado por unas 200 personas, duda de la versión oficial malasia, que se basa en nuevos análisis de datos facilitados por satélites, y tacha al Gobierno malasio y a la línea aérea de «mentirosos».

«Malaysia Airlines ha retrasado las tareas de búsqueda y ha engañado todo el tiempo. Y el Gobierno de Malasia es el culpable, no se puede confiar en él. Esperamos que Pekín nos ayude a recuperar a nuestros familiares», indicó a Efe el padre de uno de los pasajeros del vuelo MH370, mientras esperaba en un autobús a que les trasladaran a la embajada malasia para protestar.

En un principio, los familiares pretendía desplazarse hasta la sede diplomática en unos autobuses que les esperaban a las puertas del hotel pero, tras una larga espera, decidieron ir a pie.

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«Presionamos más de esta manera», explicó el joven Wang tras vencer la barrera de policías y guardias de seguridad que al principio trataron de detener la marcha a la fuerza, enfrentándose directamente a los familiares para que volvieran a los vehículos.

No obstante, el enfado, la angustia y la desesperación de muchos de los ciudadanos llevó a que las autoridades dejaran que protagonizaran una marcha de dos horas que cruzó algunas de las principales vías de la capital, donde el tráfico quedó cortado a su paso.

«¡Queremos saber la verdad!», gritaba por un altavoz uno de los familiares, vestido con la misma camiseta blanca que la mayoría del grupo y en la que se podía leer «rezad por el MH370».

Con semblante exhausto, cabizbajos y muchos con lágrimas en los ojos, los manifestantes mostraban pancartas con mensajes como «MH370, no nos hagas esperar demasiado», «hijo, tu padre y tu madre tienen el corazón destrozado», «marido, vuelve a casa pronto, ¿qué van a hacer tu esposa y tu hijo sin ti?» o «Malaysia Airlines, dinos la verdad».

Tras ellos, les seguían un gran número de vehículos policiales, ambulancias y los autobuses que inicialmente les iban a trasladar, además de numerosos medios de comunicación que fueron apartados al llegar a la calle de la embajada malasia, acordonada por un gran dispositivo policial y militar.

Los familiares consiguieron llegar hasta la puerta de la embajada y hablar con el segundo secretario de la sede diplomática, que más tarde les prometió que el embajador acudiría por la tarde al hotel Lido de Pekín, según explicó uno de los familiares a los medios, a quienes la policía trataba de alejar del lugar a empujones.

Se vivieron momentos de especial tensión, como cuando una mujer cayó desfallecida al suelo cuando trataba de acercarse a los camarógrafos junto a tres familiares más, y las autoridades trataron de impedir el encuentro.

«¡Dime la verdad!», gritó enfurecido uno de estos ciudadanos a un policía, mientras otro ciudadano le calmaba asegurándole que las autoridades chinas «no sabían nada», minutos antes de que todo el grupo de familiares fuera evacuado en autobuses y trasladados al hotel Lido de Pekín, el punto de partida de su agonía.