El andrógino asesino de Son Bauló era un ruso muy enigmático: nadie lo conocía ni sabía qué hacía en Mallorca, donde llevaba años. | Vasil Vasilev

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Tres meses; tres crímenes. Y todos en la zona Norte. El año ha comenzado de forma sangrienta y los investigadores coinciden en que hacía «mucho tiempo» que la muerte violenta no se concentraba en una franja tan pequeña del mapa. Eso sí, la Guardia Civil deja claro que los tres episodios luctuosos no tienen ninguna relación entre ellos.

2014 no podía empezar peor. El primer día del año, miércoles, falleció el empresario suizo Kurt Schwab, de 78 años. Días atrás, el 27 de diciembre, fue atrozmente torturado en su chalet del Port de Pollença. Dos uruguayos lo habían vigilado y lo sorprendieron cuando desconectó la alarma para salir a recoger el diario. Lo golpearon durante horas y a su esposa la amordazaron. Querían dinero, pero la jugada les salió mal. Cuando murió Kurt, sufrieron un ataque de pánico y Jorge R., uno de los implicados, confesó los hechos a su ex novia. Días después fue detenido. Su acólito, Christian S., pudo huir a Chile. Todavía sigue en el punto de mira de los investigadores.

Dos semanas después, el miércoles 15 de enero, al jubilado de 84 años Llorenç Colom Cabanellas le tendieron una trampa mortal en su casa de Pollença. El asesino desconectó la luz y el anciano avanzó a oscuras, por el pasillo. Justo donde le esperaba su verdugo, que le asestó media docena de hachazos en la cabeza. No robó nada, y antes de marcharse cubrió el cuerpo desfigurado con una manta. Ese detalle es muy significativo para los agentes, que creen que Llorenç conocía al criminal. Dos meses después, la Policía Judicial sigue buscando al sospechoso, que se esfumó misteriosamente.

El viernes 7 de marzo el Norte de Mallorca volvió a saltar a las páginas de Sucesos. En la playa de Son Bauló, en Can Picafort, una mujer apareció golpeada y asfixiada, sobre la arena. El principal escollo lo supuso identificar a la víctima, una escuálida señora con aspecto enfermizo.

De nuevo, como ya ocurrió en el caso del Port de Pollença, una llamada telefónica de una mujer se presentó a la Guardia Civil en forma de Ángel de la Guarda. Su amiga Olha Yuriyiuna Filatova, traductora ucraniana de 39 años, llevaba días desaparecida. Y lo más importante: residía con su marido ruso en un tenebroso apartamento de Son Bauló.

Los agentes que irrumpieron en el piso de Dimitry I., de 29 años, se sorprendieron por dos motivos: su tranquilidad y su aspecto casi femenino. Cuando le preguntaron por Olha no dudó: «Ha muerto», contestó. Luego contó una enrevesada historia sobre un supuesto pacto de suicidio que habían firmado la ucraniana y él. Una versión menos creíble que las intenciones pacíficas de Putin en Crimea.