El acusado, durante las sesiones del juicio que terminó ayer en Palma. | Alejandro Sepulveda Soler

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«Fue una situación que se me fue de las manos pero jamás fue mi intención que las cosas terminaran así». Paolo César Baptista, el acusado de la muerte de Abel Ureña, cerró el juicio con lo que no había hecho en su declaración: una petición de perdón. «Comprendo y comparto el dolor de la familia. Me arrepiento de lo que pasó», afirmó. En el turno de última palabra volvió a incidir en que no buscaba la muerte del joven cuando le propinó un tremendo puñetazo minutos después de una primera agresión.

El jurado popular que tendrá que decidir sobre cuál era la intención de Baptista cuando propinó ese golpe delibera ya su veredicto después de cuatro jornadas de juicio. Su veredicto se espera que se conozca a lo largo de la jornada de hoy.

Veredicto

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En la última sesión, las partes presentaron al jurado en sus informes las tres opciones que dan para condenar a Baptista. Asesinato, como defiende la acusación particular, homicidio que sostiene la fiscal y homicidio imprudente que es como califica lo ocurrido el 19 de agosto de 2011 en la discoteca Ushuaia la defensa.

Las dos acusaciones coinciden en señalar que la intención de Baptista cuando dio el puñetazo era matar a Ureña. Lo justifican fundamentalmente por la evidente fortaleza física del acusado y su conocimiento de artes marciales. También aluden a su historial: prófugo de la Justicia portuguesa y sospechoso de formar parte de asociaciones criminales en su país de origen. De hecho llevaba años viviendo en Eivissa con una identidad falsa.
La defensa volvió a incidir en que Baptista actuó en medio de un arrebato que le impedía valorar sus actos, perturbado tras enterarse de que la víctima iba a pasar una papelina de coca a su novia. Por eso ya solicita un atenuante. Además añade otros tres: uno por el dinero consignado para indemnizar a los familiares del fallecido, otro por dilaciones indebidas en el proceso y, el más sorprendente, otro por confesión, a pesar de que Baptista huyera a Holanda tras los hechos y que la agresión estuviera grabada en vídeo.

Por el contrario, la acusación particular añade un delito de falsedad documental porque se hacía pasar por otra persona y asegura que existió alevosía porque Abel Ureña ya había sufrido un golpe previo que mermó su capacidad de reacción.
Otro flanco del juicio es si la empresa propietaria de la discoteca tendrá que abonar alguna indemnización a la familia como responsable civil subsidiario tal y como reclaman las acusaciones. La empresa insiste en que Baptista en ese momento no actuó como empleado suyo.