Diego Antonio Galeote Rosselló, en la mañana de ayer, entrando en su domicilio escoltado por la Policía Nacional. | Alejandro Sepúlveda

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Víctor Galeote Rosselló, vigilante de seguridad de profesión y de 32 años de edad, murió brutalmente asesinado en manos de su hermano Diego. Una vez muerto, fue troceado e introducido en un congelador donde permaneció por espacio de más de 20 días hasta que el homicida confeso se derrumbó. Esta mañana, el agresor ha pasado a disposición judicial.

Tras el macabro crimen se esconde una triste historia, un drama humano y un pasado familiar muy complicado. Ante los investigadores de la Policía Nacional, la víctima mortal no era un santo. Fuentes próximas al caso confirman que se trataba de la «oveja negra» de la familia, siempre según los testimonios recabados por ellos.

Todos los que le conocían apuntan que la relación con sus familiares era muy mala. De hecho, la familia confesó a la Policía Nacional que el fallecido maltrataba a su madre. Concretamente, el ahora fallecido fue acusado de pegar en repetidas ocasiones a su madre. La relación con los hermanos era prácticamente nula y, el único que supuestamente lo aguantaba, era Diego Antonio.

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Cuando el homicida confeso se separó de su mujer, hace aproximadamente un año y medio, el hermano pequeño fue acogido por Diego para que viviese en su casa.

De hecho, uno de los puntos que refuerza esta teoría es que llevaba desaparecido más de 20 días y nadie, absolutamente nadie, había interpuesto ningún tipo de denuncia por desaparición.


Las riñas y desavenencias venían provocadas por cualquier motivo, especialmente el económico. Juan Cortés Cortés, uno de los vecinos de la zona afirmó: «Siempre me decía Diego que tenía problemas con su hermano por cuestión de dinero». Finalmente, Diego acabó con su hermano.